Los grandes tácticos de la guerra priorizaban no enfrentar a más de un enemigo a la vez. Cada contienda a su tiempo, cada refriega por separado. Sólo aquellos guiados por soberbia o por paranoia cedieron a la tentación de abrir varios frentes simultáneamente.

 

Bajo esa agreste dinámica está cerrando el segundo mejor año de su historia el club Barcelona: con la prohibición de la FIFA de contratar futbolistas, bajo acusación de violar el reglamento de contrataciones de menores; investigado por Hacienda por el misterioso monto pagado a cambio del fichaje de Neymar, al tiempo que otros de sus estelares también tienen problemas fiscales; declarando a cada costado que es presa de una persecución (la común frase de “no quieren que ganemos” o “les molesta que ganemos”); y ahora con problemas también con la UEFA, a causa de las banderas catalanas independentistas mostradas en sus gradas durante la última sesión de la Champions League.

 

Así como en los dos primeros casos me parece claro que la entidad blaugrana se ha equivocado y en el tercero ha exagerado (acaso, la forma de mantener la tradición victimista en épocas en las que no hay razón para victimismo), en el último creo que quien no acierta es la UEFA.

 

Si el Camp Nou es mucho más que un estadio y el Barça mucho más que un equipo, eso obedece al añejo apego que han tenido con la causa catalana, incluso bajo contextos de verdadera represión. El Estado español ya decidirá cómo manejar el tema al encontrarse con las denominadas Esteladas en las tribunas, pero es un tema que a la UEFA no le interesa.

 

barsa_efeYa en 1925, durante la dictadura de Primo de Rivera, el estadio barcelonista de Les Corts resultó clausurado por pitar el himno español y, a consecuencia de eso, el fundador de la entidad blaugrana, Hans Gamper, fue expulsado del país (aunque suizo, este personaje vinculó desde un principio al equipo con el catalanismo). Pasada la Guerra Civil, Franco quiso modificar el sentido del Barça al intentar rebautizarlo “España” y cambiarle el uniforme. Tiempo después, el Camp Nou se convertiría en el único sitio donde se hablaba el prohibido idioma catalán y se reforzaba la noción de Mes que un club (“Más que un club”), misma que ha mantenido con los mosaicos que claman “Catalonia is not Spain” o con el grito de ¡In… inde… independència!, al minuto 17 con 14 segundos (alusivo a 1714, cuando los catalanes consideran que fueron sometidos por el Estado español). En 1972, con el dictador todavía en el trono, ya se imprimieron los registros de socios en catalán y en 1975, a un mes de la muerte de Franco, el Camp Nou fue el primer sitio de concentración masiva de banderas catalanas, precisamente en el primer Barça-Madrid post-dictadura.

 

Con todo lo anterior, parece tan arcaico como absurdo que hoy la UEFA multe al Barcelona por la presencia de Esteladas en sus tribunas. Más incluso, que la sanción económica supere por mucho a la impuesta a Atlético y Benfica por el caos de bengalas que montaron en su duelo anterior.

 

Es cierto que esta directiva del Barcelona pelea hasta con su sombra. Lo es, como que la UEFA pretende desempeñar una función que ni le atañe ni le debe de interesar. La Estelada, por polémica o desagradable que resulte a los intereses políticos españoles, no es un símbolo de odio que tenga que vetarse en el futbol.

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