Resulta absurdo que el futbol europeo actual siga definiendo su más elemental base, que siempre serán los planteles, de manera tan desordenada e incluso irresponsable.

 

No corresponde con su magnitud económica el llegar a cada cierre del mercado veraniego bajo tamaña incertidumbre. Un modus operandi que va a peor: así como en ediciones anteriores el Real Madrid ha comprado a pilares como Gareth Bale a pocos minutos del cierre de registros, o el Bayern Munich el año pasado con Xabi Alonso, o el Manchester United hace dos con Marouane Fellaini, la norma creciente es posponerlo todo al instante final.

 

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¿Qué implicaciones tiene esto? Que los equipos han de depender de futbolistas que no desarrollaron ciclos de trabajo similares, que están en sintonías diferentes, que deberán conocerse sobre la marcha; la improvisación total.

 

Es común que el fichado al cuarto para la hora no entregue su mejor nivel hasta bien entrado el mes de noviembre. Y no hablamos de cualquier transferencia, sino de inclusive algunas de las más rutilantes de la historia.

 

Todos se han acostumbrado a ese tipo de operación. Los vendedores, sabedores de que aguardar puede implicar bajar el precio de algún crack; los compradores, esperanzados de que la necesidad se convierta en urgencia y terminen pagándoles lo que sea a cambio del estelar en cuestión.

 

La solución obvia sería que se fijara la fecha de cierre de registros justo antes de comenzar las ligas europeas, es decir, mediados de agosto, pero no veo a los directivos realizando esa modificación –suficientemente revolucionario ha sido que cierren registros al mismo tiempo la Champions League y las ligas locales, lo que años atrás no coincidía.

 

Los mismos directores técnicos hallan en ese primer par de jornadas una forma de exigir a los presidentes o propietarios de club que abran otro poco la cartera y posibiliten más contrataciones.

 

Equipos esenciales como Chelsea, Manchester City, Real Madrid, Manchester United, arriban a este cierre de mercado envueltos en numerosas incógnitas. Los blues ya incorporaron a Pedro con la campaña iniciada, pero ahora insisten en conseguir un central estelar (el Everton no ha cedido a su insistencia por el joven John Stones) y continúan alertas por el juventino Paul Pogba; los citizens apenas pudieron destrabar la transferencia más elevada del verano, que fue el talentoso (y, yo diría, sobrevalorado) Kevin De Bruyne, setenta millones de euros ha adaptarse sobre el camino; los merengues no lograron cerrar antes la que consideraron (a mi juicio, sin serlo) su prioridad, el fichaje del portero David De Gea, aunque tampoco incorporaron todavía a un delantero que alterne con sus tres titanes ofensivos; el United está pendiente de lo de De Gea (el argentino Romero reabrió las dudas con su error en un gol este domingo), mas también de su ataque.

 

En ese huracán de incertidumbre, el mexicano Javier Hernández vuelve a llegar al día cero en el limbo. El año anterior pasó de manera agónica al Madrid, tal como parece que lo hará esta vez al Bayer Leverkusen; otra vez a contracorriente y a integrarse a lo que en sí ya está integrado.

 

Un esquema que no corresponde en nada al tipo de gestión y seriedad proyectados desde el futbol del viejo continente.

 

Atentos a las bombas millonarias de este, el día final del mercado europeo, que todo, absolutamente todo, puede suceder.

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