Lilia Angélica López nunca dejó de luchar por cumplir su sueño, incluso en su peor pesadilla.

 

A Angie, como le dicen de cariño, le quitaron la libertad en el Aeropuerto capitalino cuando regresaba de Bogotá, Colombia, en un vuelo de Avianca, el 31 de diciembre de 2014. Su maleta no se extravió, pero fue de las últimas en salir por la banda y cuando la tomó se acercaron unos policías que la detuvieron. La maleta fue abierta sin su presencia y rompieron los sellos cuando se la mostraron contenía tres kilos de cocaína en tabiques. Ella asegura que fueron sembrados.

 

Desde que la detuvieron pasaron casi seis horas en entregarla al Ministerio Público Federal. No pudo cenar con su familia para recibir el Año Nuevo. Estaba en la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) donde sólo le permitieron hacer una llamada y fue así como se enteraron en su casa que estaba detenida.

 

Estuvo incomunicada los próximos tres meses, sus papás no pudieron verla ni hablar con ella mientras estuvo en el Centro Federal de Readaptación Social Número 4, de Tepic, Nayarit, a donde fue consignada acusada de tráfico de droga y delincuencia organizada.

 

A través de un amparo, el abogado defensor consiguió que Angie fuera trasladada al Penal Femenil de Santa Martha para estar cerca de su familia.

 

La última vez que sus hermanas y padres la vieron fue antes de tomar el avión y aquel día que se volvieron a reunir corrieron a sus brazos y lloraron. No era para menos.

 

“A Santa Martha llegó el 12 abril, una semana antes de su cumpleaños. La reacción fue abrazarla y nos pusimos a llorar, es la mayor de mis tres hijas, nos abrazaba y nos besaba, dijo que nos quería mucho, que ella iba a echarle muchas ganas y que no nos dejáramos.

 

“Entonces, se me quedó viendo a los ojos y tomada de la mano me dijo: papá, te juro que no hice nada”, con el recuerdo Jorge López tuvo que hacer una pausa para tallarse los ojos, otra vez.

 

UN GRITO DE LIBERTAD

 

Angie había salido de su casa en Iztapalapa rumbo al Aeropuerto. Era Navidad.

 

El deseo de sobresalir en lo que más le gusta  la llevó a Pereira, Colombia. Fue para participar en el casting para formar un grupo internacional de danza folklórica, no fue elegida, pero estaba convencida de que el arte escénico es lo suyo. Por eso estudiaba en la Escuela de Iniciación Artística número 4 del INBA, en la Colonia Tabacalera, cursaba el segundo semestre.

 

Cuando venía de regreso, en la terminal aérea de Bogotá, pasó tres filtros; uno era el detector de metales, otro de perros que olfateaban el equipaje y a las personas en busca de drogas o armas y por último una banda donde las maletas fueron abiertas frente a Angie para sacar toda la ropa y verificar que no contenían nada ilegal. Pasó sin problemas, los agentes le sellaron el pasaporte y le cedieron el paso para que pudiera viajar.

 

La empleada del mostrador documentó sus dos maletas: una negra, grande, con llantitas, y otra igual, pero de mano y las metió a la banda.

 

“Hemos ido a muchos lugares a pedir ayuda, al presidente Enrique Peña Nieto, al Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, pero nadie nos ha contestado. Soy profesor de educación física en preparatoria, la mamá de Angie trabaja en una fábrica. El proceso está en etapa de pruebas, lleva ocho meses presa y no ha recibido sentencia.

 

“Mis otras dos hijas son estudiantes, una pasó al tercer semestre de bachilleres y la otra a segundo de secundaria.

 

“Angie es una persona que salió para triunfar y la gente mala le destruye la vida a las personas. Ojalá los agarren.

 

“Al principio mi hija estaba destruida, pero le dije que tiene que seguir su sueño donde sea y ahora está tomando clases de danza. La directora del penal le preguntó un día: ¿por qué no das clases? Aceptó y sigue ensayando”, afirma su padre.

 

Tras las rejas consiguió un papel a lado de un reconocido productor. En un casting fue elegida por Arturo Morell para formar parte del elenco de la obra Don Quijote: Un grito de Libertad.

 

Los ensayos eran en el Reclusorio Varonil Oriente y las mujeres que fueron escogidas por el cineasta de reconocimiento internacional eran trasladadas bajo custodia al otro penal, está cerca, también en Iztapalapa, pero les detuvieron la obra cuando escapó Joaquín El Chapo Guzmán.

 

Por ahora, el grito de su papá es para exigir justicia; para Angie, el sueño es su libertad.  DM