Por el Canal de la Mancha rodarán los primeros balones de la temporada 2015-16. Estamos apenas en los primeros días de agosto, pero las ligas de Inglaterra y Francia arrancarán ya este fin de semana.

 

El tener programada para junio de 2016 una Eurocopa (que convoca a más jugadores que nunca, al ser por primera vez de veinticuatro selecciones participantes), obliga que las fechas del futbol se sigan haciendo acordeón. De forma tal que en el arte de apretar y apretar, no hay más remedio que cortarle a los procesos de pretemporada.

 

Robin van Persie, Louis van Gaal

 

Lo anterior, obviamente, atenta contra la capacidad de recuperación y preparación de los únicos indispensables en esta historia, que son los jugadores. Lesiones musculares, males crónicos, bajas de nivel, desajustes físicos, son cada vez menos evitables. Ante una temporada que puede obligar a las principales estrellas a no menos de 65 partidos, lo ideal sería arribar con genuinos ciclos de preparación muscular, cardiovascular, incluso mental. Sin embargo, y para quebradero de cabeza de directores técnicos y preparadores físicos, la pretemporada hoy no sólo es corta sino poco idónea.

 

Hubo una época en la que los equipos se recluían tres semanas en aldeas en los Alpes o en sitios alejados de toda distracción, para efectuar dobles sesiones e integrarse de cara al inminente torneo. Hoy la norma es brincar de Australia a China o de Estados Unidos a Tailandia. Nadie ha obligado a los clubes, más que su imperativa necesidad de continuar elevando los ingresos para, al mismo tiempo, seguir incrementando el gasto en fichajes y salarios. Agotados los mercados europeos (considérese la euro-crisis, pero, sobre todo, el vendaval de cotejos oficiales que ahí se disputarán en los próximos once meses), la solución se llama exploración de nuevos mercados, posicionamiento de marca, venta de merchandising.

 

Una de las voces más críticas de este modelo ha sido el DT del Manchester United, Louis van Gaal, aunque esta misma semana se adelantó que el próximo año los red devils tendrán que efectuar toda una gira asiática en el mes de julio.

 

No obstante, el destino que ha terminado por imponerse, son los Estados Unidos. Las primeras giras de equipos europeos por Nueva York, Chicago, Miami, Los Ángeles, lucían exóticas y era común observar a los grandes cracks haciendo compras sin que se les prestara demasiada atención; hoy viajan saturados de compromisos comerciales y asediados por multitudes casi semejantes a las que los aclaman en su ciudad.

 

Un par de temporadas atrás se resaltaba que la totalidad de los cuadros alemanes no habían dejado sus fronteras para realizar pretemporada, obvio síntoma de que lo futbolístico era su prioridad. Esta vez, el Bayern Múnich ha jugado en Shanghái, Beijing y Guangzhou, así como el Borussia Dortmund lo hizo en Singapur y Japón.

 

Algo parecido podemos decir de la Supercopa francesa que en sus últimas ediciones se ha disputado en estadios tan remotos como Túnez, Marruecos, Estados Unidos, Gabón, China y, este año, Canadá. O la italiana que el año pasado fue a Qatar y este fin de semana se realizará en Shanghái.

 

¿Cómo llegan los jugadores a esta nueva vorágine de balones? Ya se verá. ¿Qué quedará de ellos para cuando arranquen en verano los torneos continentales (incluida Copa América del Centenario)? Presumiblemente, poco. Los equipos ganan en dinero, pero tarde o temprano han de asimilar que también pierden (y mucho) en su rol primordial que es elevar sus condiciones futbolísticas.

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