Es difícil que la audiencia termine por asumir como periodista o comentarista a quien logró posicionarse como el futbolista más relevante de su país en algo más de una década.

 

Gary Lineker, sin embargo, está más que consolidado con sus apariciones en la BBC y su capacidad para desmenuzar, en espléndido lenguaje televisivo, el análisis de un partido de futbol, así como lo que hace tan particular a este juego.

 

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Una de las claves, sin duda, son sus frases, esa elocuencia en humor tan inglés. Ya cuando era jugador dejó para la posteridad la multicitada “el futbol es un juego simple; 22 hombres persiguen el balón durante noventa minutos y al final siempre gana Alemania”. Años después, diseccionó el eterno padecer existencial del club Barcelona (en el que jugó durante tres temporadas) al decir “el problema del Barça es que siempre hay un problema”.

 

Esta semana dejó otra declaración tan certera, o más, que los remates que lo convirtieron en campeón de goleo del Mundial México 86. Al serle preguntada la razón por la que nunca se convirtió en entrenador, sentenció: “Todos terminan paranoicos o locos”.

 

Y entonces comenzamos a enlistar directores técnicos enredados en la desgastante dinámica de esa profesión. José Mourinho y su eterno delirio de persecución, Josep Guardiola y su locuaz comportamiento (en una conferencia de prensa reciente, por ejemplo, hacía extrañas caras en un auténtico o fingido trance), Arsene Wenger y sus múltiples enemigos, Sir Alex Ferguson y las perlas que dejó como personaje, Marcelo Bielsa y su enfermedad de futbol contraída incluso antes de empezar, Jürgen Klopp y sus excentricidades, Louis van Gaal y su tiranía, Luiz Felipe Scolari y su histrionismo.

 

Por supuesto que lo mismo podemos aterrizar la frase a quienes han dirigido en los últimos años a la selección mexicana y que han salido del cargo con su carácter agriado, verdaderamente fastidiados y exprimidos de energía. Algo similar con muchos de los más destacados entrenadores de la historia como Helenio Herrera, Bela Guttmann, Bill Shankly, Herbert Chapman, Valery Lobanovski, Brian Clough, Giovanni Trapattoni, Mario Lobo Zagalo, Vujadin Boskov, Luis Aragonés.

 

Locura y paranoia son dos características difíciles de esquivar en quienes resultan sometidos a la presión de dirigir a un equipo o selección. Lo mismo hay viejos lobos del banquillo que proyectan cierto nivel de normalidad, como Carlo Ancelotti o Vicente del Bosque, pero la constante es que a mayor cantidad de años dirigiendo, más grande luce el riesgo de caer en los dos factores descritos por Lineker.

 

En manos de locos y paranoicos está el liderazgo de esas bandas de adolescentes multimillonarios. Quizá por eso, es más extraño el contexto que el juego mismo. Quizá por ello, vivimos más pendientes de lo que lo rodea que del partido mismo, aunque como dijera Sepp Herbeger con practicidad germana: “El balón es redondo, el partido dura noventa minutos y todo lo demás es mera teoría”, incluidas esas dos formas de la genialidad que son tanto la locura como la paranoia.

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