¿Quién, como él, puede darse el lujo de tener como padrino de bodas a Cristiano Ronaldo, y como invitados a futbolistas tan destacados como James Rodríguez, a directores técnicos tan legendarios como Sir Alex Ferguson, a directivos tan influyentes como Florentino Pérez y a propietarios tan poderosos como Roman Abramovich?

 

No es sencillo comprender a un personaje como Jorge Mendes, pero, indiscutiblemente, sí admirarlo. En apenas unos años pasó de ser propietario de un bar en Oporto, a erigirse amo y señor del futbol. Precisamente en ese bar comenzó su relación con algunos jugadores portugueses, lo que le dio entrada a este deporte. Casi por casualidad intervino en una primera transferencia en 1997 (el ex portero y hoy DT del Valencia, Nuno Espírito Santo), y desde entonces todo ha sucedido muy rápido.

 

Su listado de clientes no tiene igual. Cristiano y José Mourinho encabezan la lista, pero ahí también están estrellas de la dimensión de Ángel Di María, Radamel Falcao, Pepe, Sergio Kun Agüero, Diego Costa, David de Gea o James Rodríguez. Un alcance que le permite una fortuna no menor a los 100 millones de dólares, un control del 68% de todas las operaciones efectuadas por los tres grandes clubes de Portugal y no menos mil 600 millones de dólares desplazados con sus tentáculos.

 

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Al propio Florentino Pérez, quien no se atrevió a faltar a su boda, le fue atribuida un año atrás la frase “si traigo a Radamel Falcao al Madrid, de una vez hago presidente a Mendes”.

 

Algo similar sucedió meses atrás cuando el agente presentó su libro en la capital española, evento al que asistieron las principales figuras y los presidentes de Real y Atlético de Madrid.

 

Todo quien ostente semejante poder, no puede estar exento de polémicas, de disputas, de controversias, como las que lo implican en fondos que invierten en porcentajes de jugadores, algo que la FIFA pretende impedir. Él, como todo padre de una dinastía, es un maestro en el arte de generar alianzas y un genio al ganarse la preferencia de todos los escalafones en su medio: jóvenes promesas o elementos destacados, entrenadores de clubes o seleccionadores nacionales, diligentes directivos o derrochadores propietarios. Lo impresionante es que cuando se mueven más de cincuenta millones en un traspaso, Mendes suele ser la mano que ha mecido la cuna.

 

¿Cuánto respeto se ha ganado? La primera respuesta llega al ver su lista de invitados. La segunda, al considerar una declaración de Ferguson: “Jorge Mendes es el mejor agente con el que he trabajado, sin duda alguna. Es responsable, cuida a sus jugadores y es muy justo con los equipos”. La tercera, al rumorearse que Cristiano Ronaldo le ha regalado de bodas una isla griega; más allá de si es cierta dicha versión, no sería algo sorprendente: quienes juegan bajo su abrigo suelen mostrarle cariño y fidelidad inmensos.

 

Es el genuino dueño del balón. Y por su corte lo mismo pasan millonarios de Rusia como Abramovich o de Singapur como Peter Lim. Nadie como él en el mundo de los agentes. Por ende, nadie que se atreva a darle la espalda… y menos en agosto, mes en el que los balones ruedan mejor si fueron manipulados desde su escritorio.

 

 

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