El fotógrafo mexicano, Rubén Espinosa, asesinado junto a cuatro mujeres el pasado viernes en un departamento de la colonia Narvarte, se sentía perseguido en la capital mexicana, a donde había llegado a principios de junio del oriental estado de Veracruz porque temía por su vida.

 

Pedro Valtierra, director de la agencia de fotografía Cuartoscuro en la que Espinosa era corresponsal, dijo a la agencia EFE que éste había expresado la semana pasada que estaba siendo perseguido también en la capital mexicana.

 

Señaló que había dicho al editor de la agencia que “sentía que lo perseguían, que lo vigilaban” también en el Distrito Federal, y que por ello estaba “temeroso”, si bien reconocía la posibilidad de que fuera “paranoia”.

 

Valtierra contó que recientemente alguien lo interceptó en un restaurante y le preguntó si era el fotógrafo que salió huyendo de Veracruz.

 

Espinosa le respondió que sí y el desconocido, antes de marcharse, le soltó: “Que sepas que aquí estamos”.

 

Eso lo “dejó muy preocupado”, apuntó tras recordar que el fotógrafo de 31 años abandonó Xalapa, la capital de Veracruz, porque estaba siendo hostigado y temía por su vida.

 

Sobre quiénes estarían detrás de las amenazas e intimidaciones que lo llevaron a abandonar el estado, Valtierra indicó que en varias ocasiones el fotógrafo aludió a agentes de la Seguridad Pública de Xalapa.

 

Destacó que en Veracruz hay un “estado de emergencia”; 14 periodistas asesinados en el mandato de Javier Duarte (2010-2016) revela que el gremio vive “una situación de desprotección impresionante”.

 

El cuerpo de Espinosa fue encontrado la noche del viernes con el tiro de gracia y signos de tortura en un apartamento de la  colonia Narvarte y este lunes fue enterrado en el panteón Dolores de la Ciudad de México.

 

También fueron asesinadas cuatro mujeres: Nadia Vera, una promotora cultural originaria de Chiapas amiga del fotógrafo que “había tenido dificultades” en Veracruz, una colombiana de 29 años, una maquilladora del norteño estado de Baja California y una empleada doméstica.

 

Todo ello a plena luz del día, afirmó Valtierra, quien pidió a las autoridades una investigación “seria” del asesinato del periodista, con “mucha saña”, que permita dar con los responsables.

 

Una línea de investigación debe considerar que “era un periodista perseguido”, apuntó tras estimar un error que la fiscalía capitalina intentara considerar desde el primer día el robo como uno de los móviles del crimen.

 

Valtierra Ruvalcaba agregó que hoy en México se han cerrado las puertas para ejercer un periodismo crítico, situación cada vez más peligrosa y más grave a la que se registró en 1968 cuando había control del Estado sobre el ejercicio periodístico.

 

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