GAZA. Cientos de miles de gazanos pasan los lunes al sol en un territorio que sufre el mayor nivel de desempleo del mundo, agravado por la ausencia de actividades de ocio, la represión social islamista y la imposibilidad de ir a ningún lado por el bloqueo israelí apoyado por Egipto.

 

Un reciente informe del Banco Mundial advertía de que los bloqueos, la guerra y la pobre gestión de gobierno han terminado por estrangular la economía de Gaza que tiene el índice de desempleo, del 40 %, más elevado del mundo, que se agrava con un paro juvenil del 60 %.

 

Este enclave costero de 362 kilómetros cuadrados y donde residen 1.8 millones de personas que se incrementan anualmente en 50 mil, se ha convertido en un agujero negro donde las oportunidades de empleo son inexistentes y el emprendimiento una quimera.

 

Pero en medio de la adversidad, la familia de Aisha Husein, ama de casa de 36 años, sirve como ejemplo de cómo la necesidad obliga muchas veces a hacer labores antes impensables.

 

En una pequeña tienda erigida en la carretera principal del norte de Gaza, Aisha ha estado ejerciendo en los últimos meses uno de los trabajos más difíciles para ayudar a su marido a soportar la pesada carga familiar.

 

Cada día al amanecer, Aisha sostiene en sus ásperas manos un pesado martillo de acero, se para frente a un yunque de hierro y comienza a martillear el metal calentado en una fragua.

 

Nunca pensó que tendría que ayudar a su marido Ibrahim Mustafa, de 43 años, pero su situación no le ha dejado otra que convertirse en herrera de utensilios agrícolas que luego venden en el mercado.

 

Frente a su apartamento alquilado, la pareja ha erigido la carpa convertida en taller cuyo suelo es pura arena y el techo una pobre tela hecha jirones.

 

La fragua alberga herramientas afiladas, una pequeña cocinilla para preparar té y café y un brasero donde calienta el hierro antes de forjarlo y retorcerlo para darle diferentes formas.

 

“Trabajo con mi marido en como herrera para ayudarle a afrontar la dura situación en la que vivimos”, dice Aisha mientras rezuma sudor y parece visiblemente fatigada.

 

“El trabajo de herrera me causa severos dolores de espalda y me perjudica la vista, pero es la única opción que me queda para vivir”, añade.

 

Consciente de que en una sociedad conservadora como la de Gaza el ser una mujer y herrera es algo cuanto menos inusual, Aisha asegura con lágrimas en los ojos, “no me importa cargar con la dureza del trabajo o que la gente me mire si lo hago por mis hijos”.

 

Reclama a las autoridades en Gaza y Cisjordania que provean a su familia de un hogar y se queja de que el poco dinero que saca a fin de mes lo deba destinar al alquiler de la vivienda familiar.

 

Mamun Abú Shahla, ministro de Trabajo del Gobierno de consenso palestino advirtió de un posible colapso de la economía gazana, “si esta miserable situación no se resuelve”.

 

“La realidad de los trabajadores aquí es difícil y dolorosa a lo que se suma el crecimiento significativo del desempleo y la pobreza”, dice al explicar que la principal razón de esta situación “es el interminable bloqueo impuesto a Gaza que dura ocho años”.

 

Israel impuso un férreo cerco a la franja que considera entidad hostil desde que en 2007 el movimiento islamista Hamás se hiciera con el control del territorio.

 

Tras presiones internacionales, lo ha suavizado, aunque no levantado completamente y se ve doblemente agravado porque Egipto mantiene también prácticamente cerrada su frontera.

 

La ONU publicó recientemente un informe en el que advertía de que la franja de Gaza podría ser un lugar peligroso para vivir hacia el año 2020 por la falta de oportunidades de trabajo, agua potable, colegios, hospitales y el deterioro de sus infraestructuras.

 

“En los últimos siete años Israel ha lanzado tres guerras de envergadura en Gaza, que no sólo mataron e hirieron a la gente, sino que destruyeron la infraestructura económica”, explica Abú Shahla, destacando que “500 establecimientos económicos fueron destruidos”.

 

El último conflicto bélico aún no se ha cerrado puesto que la construcción no termina de arrancar y se encuentra paralizada pese a las promesas de los donantes árabes e internacionales que comprometieron cinco mil 400 millones de dólares para este proceso.

 

Entretanto, la economía palestina sigue a la deriva, según apunta un informe de la Autoridad Monetaria Palestina publicado el mes pasado según el cual, en el último cuarto del año pasado se contrajo un 1.1%