México salvó un Match Point, por ponerlo en términos tenísticos. El partido del sábado, saldado al final con empate, llegó al entretiempo con la amenaza de una goleada al Tricolor.

 

Suficiente tiene este equipo con lo que sucede en el campo como para además agobiarse por lo que pudo suceder, pero qué mal pintaba el panorama cuando culminaron los primeros 45 minutos y el marcador indicaba victoria de dos a cero a favor de Costa Rica.

 

La velocidad de los atacantes costarricenses más la fragilidad mexicana en defensa, presagiaban una hecatombe para el conjunto dirigido por Miguel Herrera, algo más que una goleada en potencia.

 

Piojo

 

Vinieron después ajustes y, sobre todo, una brillante reacción del Tri. Como parte de lo anterior, el estratega nacional renunció a su preferida línea baja de cinco para colocar (como rarísima vez lo ha efectuado) a cuatro en el fondo, y el asunto mejoró.

 

¿Por qué me he atrevido a hablar de un Match Point cuando ni siquiera era un partido oficial, cuando apenas se trataba del primer amistoso disputado por este grupo rumbo a la Copa de Oro? Porque el ambiente relativo a la selección mexicana se ha viciado más de lo que debería. Herrera tiene su indiscutida cuota de culpa, aunque, ciertamente, no toda. Sí, por un tuit político que le seguirá persiguiendo (y del que, si existe el sentido común, estará arrepentido) y por una sobreexposición que cualquier experto en imagen desaconsejaría. No, porque llevar un intento de selección a la Copa América no fue su culpa, sino más bien le convirtió en la primera de las víctimas de esa medida. Como quiera que sea, el entorno no estaba como para soportar tamaña derrota con el cuadro “A”.

 

Lo que es evidente, por si alguien no quería enterarse, es que el oro de esta copa ha subido de cotización mucho más que el preciadísimo metal en su valoración mundial (y es bastante decir). Ganar la Copa de Oro no se limita ya a una noche adecuada ante Estados Unidos en la final. Que nadie dude que habrá padecimientos en la primera ronda, aun con rivales como Cuba, Trinidad o Guatemala. El calendario luce benévolo para México, que en teoría no habría de encontrarse con ticos o estadounidenses hasta la final, aunque es factible que alguno de los dos se aparezca en semifinales.

 

A esta selección le falta trabajo, cosa nada fácil con tan escaso margen de preparación. A estos seleccionados les falta ritmo, asunto también complicado cuando recién terminaron temporada y de inmediato viven otra mini-temporada. A este equipo le falta solidez abajo (a la espera de lo que pase con la lesión de Héctor Moreno), creación en medio y contundencia arriba; o sea, de casi todo.

 

Pero hay elementos para doblegar el pesimismo. Lo primero, la gran personalidad que se tuvo el sábado para revertir lo que ya era una condena. Lo segundo, que un director técnico a menudo aferrado a ciertas ideas, se adaptó a las necesidades y notó las ventajas que eso puede propiciarle.

 

El oro está caro y México se encuentra obligado a traerlo a casa. Al menos su primer Match Point, disputado incluso antes de que algo inicie, ha sido salvado. A partir de ahora todo tiene que ser ganancia, todo tiene que ser mejor.

 

 

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