Crear fama y echarse a dormir, ni más ni menos. El futbol brasileño tiene muchísimo tiempo sin generar la calidad de futbolistas que lo inmortalizaron, aunque llegados los momentos de negociar con clubes europeos, todavía pesa mucho el vestir la casaca verdeamarela.

 

Roberto Firmino debutó en la actual Copa América siendo poco conocido. Salió de su país muy joven con destino al balompié alemán, en donde poco a poco se ganó un sitio como titular en el humilde club Hoffenheim. La explosión se dio este verano con su convocatoria a la selección mayor, hecho que ha sido rematado por su traspaso al Liverpool inglés a cambio de unos 43 millones de dólares.

 

¿Vale tanto este atacante? No, desde mi humilde perspectiva y con base en cómo está el mercado (porque no entraremos hoy a debatir el absurdo de las cifras que se mueven en el futbol actual). Goleadores de capacidad más probada y mayor potencial no suelen superar los 25 millones. Sucede que Firmino es seleccionado brasileño.

 

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Basta con analizar el listado de los futbolistas más caros de este país, para comprobar el incremento que supone esta específica nacionalidad. Neymar (100 millones) y Kaká (70 millones) van a la cabeza, seguidos por Hulk, Robinho, Thiago Silva, Lucas Moura, Oscar, Fernandinho, Dani Alves, Willian y Bernard. El caso más extraño sigue siendo el de Hulk, con los casi 50 millones de dólares que el Zenit de San Petersburgo pagó al Oporto por él.

 

Buen futbolista, aunque de ninguna manera para tamaño desembolso, como también podríamos decir de la mayoría de los que ocupan esa lista. La sobrevaloración es inmediata cuando en la operación se incluye alguien que porta el uniforme más laureado de la historia, como lo es el verdeamarela.

 

Sobre ese tema hablaba un par de años atrás con el ex defensa Roberto Carlos, quien, contrario a mi opinión, insistía que eso era justo porque el futbol de su país se ha ganado ese prestigio. Yo tengo claro que no es cuestión de prestigio, sino de sentido común, justo lo que falta al abonar cuarenta millones por quien de tener otro pasaporte no valdría ni veinte.

 

Firmino posee movilidad, es resolutivo y hábil, aunque en un cuadro brasileño como los que integró el propio Roberto Carlos, jamás habría acudido a un Mundial. Lo mismo aplica a Hulk, Jo, Bernard y muchos que hoy son convocados, simplemente porque no existe más tela de dónde cortar.

 

Neymar es caso aparte. Por primera vez en una década, un brasileño con opciones genuinas de convertirse en Balón de Oro, en trepar a lo más alto de la élite, en ser el eje de toda una generación. Los demás, irregulares y promesas inacabadas, o más destacados lejos de la zona favorita del país, como lo es la creación.

 

El Liverpool se ha visto obligado a gastar mucho, porque de otra forma Firmino habría ido a algún otro gigante del continente por similar cantidad. Prueba clara de que no es sólo un equipo: es el mercado completo el que mide distinto al que proviene de determinada tierra.

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