La tormenta que vive Miguel Herrera en el banquillo verde, no terminará en gloria o desastre por su simpatía o iracundo estado de ánimo, por el contrario.

 

Repudiado en estos momentos por sus preferencias políticas, por la eliminación de Copa América por su pleito con algunos medios de comunicación, Herrera tiene ante sí una tabla de salvación: la Copa Oro, con salvoconducto a la Copa Confederaciones, con una bestia negra llamada Estados Unidos incluida, pero que de conquistar, no importa qué tan simpático o antipático sea el timonel nacional, será determinante para seguir su camino hacia la Copa del Mundo de 2018.

 

Así lo dice la historia de los técnicos del Tri, encumbrados en sus momentos y favorecidos con la opinión pública, pero a final de cuentas echados del banquillo verde si los resultados no les favorecen.

 

Le pasó a Miguel Mejía Barón en 1995. No es fácil encontrar a un técnico con mejores credenciales. Llevó al Tri al subcampeonato de Copa América en la primera actuación mexicana en 1993, (perdió la Final contra Argentina) la mejor actuación nacional que se tenga memoria; un idilio que se alargó durante la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994, donde el futbol de los verdes dejó un gran sabor de boca, hasta llegar a la Copa América de 1995, certamen a la que el Tri llegó fortalecido pero, nada más perder con Estados Unidos en Cuartos de Final, todo se olvidó y Miguel Mejía fue puesto de patitas en la calle.

 

Los resultados mandan. Si no habrá que preguntarle a Ricardo Antonio La Volpe (prepotente, altivo, enfrentado con la prensa, odiado por marginar al último ídolo nacional: Cuauhtémoc Blanco). Durante su etapa en el Tri tuvo que soportar la presión y críticas de Hugo Sánchez, máxima figura del futbol nacional, quien lo quería fuera de la Selección. Por eso, cuando Ricardo Antonio celebró de rodillas el triunfo en la Final de la Copa Oro de 2003, aseguró su continuidad hasta la Copa del Mundo de 2006.

 

Miguel Herrera vive su peor momento mediático, pero enfrente tiene su reto más importante, la Copa Oro y el boleto a Confederaciones, que de obtener, bien puede valerle otra Copa del Mundo, sin importar lo malcriado que sea.