El rey del país sede en los pasados Olímpicos. El niño nacido en la convulsa Somalia que llegó a Inglaterra para convertirse en máximo ídolo. Votado uno de los musulmanes más influyentes del mundo. El personaje que al emigrar a la Gran Bretaña no hablaba una sola palabra de inglés y que hoy tiene una condecoración de parte de la reina Isabel II.

 

Es la historia de Mo Farah, quien durante Londres 2012 conmovió a la afición local con sus dos medallas de oro y de paso ayudó a definir el sentido del ser británico en este siglo. Un amigo descendiente de padres chinos y nacido en el Reino Unido, me explicaba que así como los británicos de muchas generaciones responden que son ingleses, galeses, escoceses, norirlandeses, su caso es como el de Farah: británico y punto. A eso llegó el simbolismo del atleta, mientras corría cubierto por la Union Jack (bandera británica) tras conquistar otra carrera, a dar sentido de pertenencia a quienes provienen de más de un rincón del planeta –que en esas islas, son muchísimos millones de personas.

 

Tan complejas connotaciones tuvieron las glorias de Mo (nacido en la ciudad de Mogadishu bajo el nombre de Mohammed) y su permanente esfuerzo por recaudar fondos para su país natal (al grado de suplicar a ciertas marcas que no interrumpieran las donaciones), que las suspicacias actuales de un posible dopaje tienen a sus connacionales en vilo.

 

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Me atrevo a decir, al interior del Reino Unido sería una noticia tan decepcionante como el caso Lance Armstrong en Estados Unidos.

 

Sucede lo siguiente. Su entrenador, el cubano-estadounidense Alberto Salazar, ha sido acusado de incitar al dopaje de algunos de sus dirigidos. Eso se complementa con la revelación de que Farah falló a dos pruebas de doping (en 2010 y 2011) mientras se preparaba para Londres 2012. La segunda de ellas, al presuntamente no haber escuchado el timbre de su casa, aunque los oficiales tocaron durante una hora.

 

Según un mail filtrado, su entrenador le decía por entonces: “otro test que pierdas y serás colgado”, ya que eso suele equivaler a una suspensión de dos años. Ninguna sustancia prohibida se ha detectado al oriundo de Somalia, aunque las sospechas van creciendo a la par que una anticipada desilusión.

 

Farah reaparecerá en breve dentro de la Diamond League, donde acumula numerosas victorias. Recientemente se ausentó de una importante carrera, argumentando que todo este tema lo tiene movido.

 

Con Salazar y sus dirigidos bajo escrutinio, es evidente que Mo Farah se encuentra en el radar de la WADA (Agencia Mundial Antidopaje).

 

Por ahora, meras suposiciones y especulaciones, aunque si esto se confirmara tendría un efecto muy explosivo desde Londres hasta cada rincón de las islas británicas. Ni más ni menos que el deportista ajeno al futbol más celebrado del país (por encima del ciclista Bradley Wiggins, ganador del tour francés en 2012, y del tenista Andy Murray, primer británico en imponerse en Wimbledon en 77 años).

 

Al bellísimo cuento de hadas le brotan dudas.

 

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