Veintidós años serán la próxima semana. Más de dos décadas desde aquel 16 de junio de 1993, cuando nuestro Tricolor debutó en la Copa América. Fue en la ciudad ecuatoriana de Machala, que a la postre quedaría en el recuerdo de toda esa generación futbolera por haberse adherido al apodo del gol ilegal que nos derrotó, “El fantasma de Machala”.

 

Ese día, México enfrentó a una grandísima Colombia que estaba a unos meses de la noche más feliz en la historia de su futbol (cuando goleó a Argentina en Buenos Aires en la eliminatoria mundialista) y a un año del colapso en EUA 1994 (tras el que fue asesinado el defensa Andrés Escobar). Ahí jugaban Carlos Valderrama, Leonel Álvarez, Freddy Rincón y Adolfo Valencia, bajo la guía de Pacho Maturana.

 

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Imposible negar que el Tri brincó a la cancha con algo de pánico escénico. La Copa de Oro todavía no tomaba fuerza alguna (aunque se había perdido la edición anterior, en 1991, justo cuando empezó el viacrucis mexicano ante Estados Unidos) y vivíamos habituados a que nuestro equipo nacional no formara parte del concierto de los certámenes continentales. Hasta entonces, habíamos seguido la Copa América a mucha distancia y con escasa cobertura de sus aconteceres. Más aun, desde México 1986, el 11 vestido de verde no competía en ningún evento relevante, dada la sanción impuesta por la FIFA tras el escándalo de los cachirules.

 

Es decir, que tras calificar con agonía a Estados Unidos 94 (los goles en Canadá de Hugo Sánchez y “Abuelo” Cruz), despertábamos del letargo competitivo, en un explosivo reencuentro del Tri con su afición.

 

Si algo sobraba en ese equipo dirigido por Mejía Barón, era personalidad y buen trato al balón. Jorge Campos, Claudio Suárez, Nacho Ambriz, García Aspe, Ramón Ramírez, Hugo Sánchez, Luis García, Benjamín Galindo. Colombia adelantó y en el segundo tiempo Zague igualó. Justo cuando parecía que la voltereta caería, se fue la luz en Machala; los paranoicos, que éramos la mayoría, estábamos seguros de que se trataba de una treta sudamericana para no dejar ganar al invitado incómodo. Cuando retornó la iluminación, el árbitro uruguayo concedió a Colombia un gol que ni por mucho entró: querían nuestro dinero, pensamos, pero no nuestro progreso a otras rondas.

 

México iría creciendo en aquel torneo, hasta llegar a la Final. Algo más que un sueño el probarnos capaces de competir con los mejores del continente, el aprovechar tamaña oportunidad, el estar a la altura de esa inédita exigencia.

 

Sin embargo, así como Ecuador 1993 fue muy especial, las siguientes Copas Américas se fueron destiñendo. Se llegaría a otra Final en Colombia 2001, aunque eso ya con un equipo plagado de promesas, porque se convirtió en norma, incluso antes de que coincidiera en 2007 con Copa Oro, que había otras prioridades.

 

Veintidós años después del debut en Machala, inicia otro camino tricolor en lo que siempre ha sido llamado Copa América, pero que apenas desde aquel momento pudo denominarse así.

 

Bien sabemos, no es ni por mucho el mejor representativo nacional de la actualidad. No nos engañamos, carecemos de la capacidad para contar con 45 futbolistas de máxima calidad. Por eso vamos con más resignación que obligación a las canchas chilenas: todo lo que se logre será bueno, pero si no se suman tres puntos hoy contra Bolivia, tan pronto todo habrá terminado.

 

 

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