Héctor Serrano Cortés anda buscando “traidores” en las filas perredistas y promoviendo linchamientos en el mismísimo gobierno del Distrito Federal para (en)cubrir sus errores.

 

Fingiendo sorpresa y desconcierto, el secretario de Gobierno del DF y principal operador del PRD en la Ciudad de México para las elecciones del domingo pasado, grita: ¡Al ladrón, al ladrón!

 

Endilga su derrota a sus adversarios favoritos:

 

–A René Bejarano, líder de la corriente Izquierda Democrática Nacional (IDN), a quien disputó el control de la ciudad y le arrebató a varios de sus seguidores;

 

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–y a Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Desarrollo Social del DF, funcionaria que se mueve de manera independiente (la apoya Miguel Ángel Mancera directamente) pero de cuya área –hasta ahora fuera de su control– desea apoderarse.

 

Pero diga lo que diga Serrano, lo cierto es que, en términos operativos, él es el principal responsable de la debacle perredista en el DF. ¡Todo se decidió desde su oficina!

 

Así lo pactó con Los Chuchos para estas elecciones intermedias: Lo relacionado con el DF quedaría en sus manos.

 

¿Y qué hizo Serrano? Por un lado decidió apoyar los cacicazgos locales, fortalecerlos. Con ellos –su voto duro– y el apoyo del gobierno central, pensó, podrían ganar.

 

Ninguneó a los verdaderos líderes, los hizo a un lado y ni en cuenta tomó las historias regionales.

 

Valga señalar que la mayoría de esos liderazgos que Serrano desechó fueron absorbidos por Movimiento Ciudadano (14 de sus 16 candidatos eran ex perredistas). De ahí que MC, solito, alcanzara en el DF un porcentaje de seis puntos.

 

Puntos, subrayamos, que se fueron del PRD al partido naranja (y no a Morena). Con ellos, otra historia le cantaría al sol azteca.

 

Por otro lado, Serrano se propuso acabar con Bejarano. Confrontó sus opiniones –evitó, por ejemplo, que María Rojo fuera la candidata perredista en Cuauhtémoc y se negó, por ejemplo, a la renovación que planteaba en Tlalpan– y lo vació. “Convenció” a su gente (Guillermo Sánchez, Leonel Luna, Leticia Robles) y se la llevó a su corriente Vanguardia Progresista.

 

Al final del día, los resultados hablan por sí solos. El PRD perdió su hegemonía en su gran bastión, la capital del país. Serrano se equivocó. El aparato no funcionó –o no lo suficiente–, por más dinero que le echó.

 

Creyó haber ganado el control de la ciudad y no fue así. Perdió. Y junto con él, perdió el PRD y perdió también Mancera.

 

Y ahora, para tratar de salvarse, el secretario de Gobierno apunta el dedo flamígero hacia otras cabezas y grita: ¡Al ladrón, al ladrón!

 

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FLORES, OTRO PESO MUERTO.- Los de Morena –ahora con mayoría en la Asamblea Legislativa del DF– no quieren a Héctor Serrano como interlocutor. Eso convierte al secretario de Gobierno en peso muerto para el gobernante capitalino.

 

Si a eso le añadimos que Raúl Flores –el único líder del PRD que pierde una elección desde 1997 a la fecha– va como plurinominal a la ALDF ¡y quiere ser el líder de la bancada perredista!, entonces sí que Miguel Ángel Mancera tendría que cargar con dos pesos muertos. Y en lugares clave.

 

Y si a lo anterior le agregamos que la dirigencia nacional del PRD –tras los resultados electorales– considera que Mancera “ya perdió la candidatura presidencial” (así lo dijeron en la reunión del CEN el martes por la noche), entonces sí que le vienen días difíciles al jefe de Gobierno.

 

Por cierto que en ese encuentro del CEN a puertas cerradas, René Bejarano planteó que tuvieran una reunión directamente con Mancera –no con Serrano–, pero Carlos Navarrete le respondió que el jefe de Gobierno no iba a querer. Dieron por sentado que con Mancera no había ya nada qué hacer.

 

Por lo demás, para dejar que se enfríen las cosas y tejer entre tanto algunos acuerdos, acordaron realizar la reunión de Consejo Nacional para analizar los resultados electorales –y proyectar posibles renuncias o incluso expulsiones– hasta finales de julio.

 

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GEMAS: Obsequio del historiador Enrique Krauze: “Yo estoy dispuesto a darle a Jaime Rodríguez, El Bronco, más el título de líder que de caudillo, aunque tiene pinta de caudillo”.