Quien esperaba verlo comprometido al máximo y dedicado de lleno al futbol, pudo desengañarse en su presentación misma.

 

¿Dejaría Ronaldinho de ser fiestero y noctámbulo en Querétaro? A pregunta clara, respuesta clara: “Siempre he vivido de la misma forma y en todos los equipos por los que pasé he sido campeón, entonces espero continuar haciendo lo mismo aquí viviendo de la misma forma y conquistando títulos”.

 

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Sin embargo, a nueve meses de aquellas declaraciones, lanzadas incluso junto al empresario que hizo tamaño esfuerzo económico para traerlo a México, el balance de su fichaje tiene varias perspectivas.

 

En mercadotecnia, posicionamiento de marca, lanzamiento de un producto, los Gallos avanzaron muchos peldaños de un sólo golpe; un equipo con padecimientos para mantenerse en la primera división mexicana de pronto fue conocido en cada rincón del planeta, para beneficio de las marcas que lo patrocinan, asistencias al estadio y audiencias televisivas.

 

En lo netamente deportivo, es imposible negar que los destellos dejados por Ronaldinho en canchas nacionales, fueron sensacionales. Trazos y dribles, fantasía e inventiva, asistencias y goles, jornadas para la posteridad en goleadas primero a Chivas y luego a América.

 

Destellos, porque más que ese goteo de futbol-arte, no hubo ni iba a ver. Diría yo que cumplió exactamente con lo que de él podía esperarse, siendo parte de ello la demora al incorporar a los entrenamientos, extensión de vacaciones, exploración de la noche mexicana en varias localidades y dificultad para conseguir en Querétaro una casa que pareciera en Ipanema.

 

Así fue Ronaldinho en México, porque así ha sido desde hace al menos ocho años, cuando comenzó su declive en Europa. Por entonces no pasaba de los 26 ó 27 años, pero evidentemente había cambiado. El joven que tan pronto fue campeón de todo y elegido por consenso mejor futbolista del orbe, decidió que la disciplina era prescindible.

 

Sus defensores insisten, armados por argumentos tan sólidos como sus títulos allá donde jugó, que pudo darse ese lujo. Sus críticos, entre los que me incluyo, estamos convencidos de que si aun de esa forma fue campeón, de otra habría sido inconmensurable, superior en su rango de inmortalidad.

 

Por eso insisto que Ronaldinho, pese a todo lo que conquistó, es un proyecto inacabado del futbol. Uno de los más graves y dolorosos, en un listado abundante que contiene nombres que no le llegaron ni a las uñas, aunque eso no quita el desperdicio que supuso su postura ante el profesionalismo.

 

Víctor Manuel Vucetich, director técnico del Querétato, ha sido muy claro este martes: “la idea es que ya no participe con nosotros”. No sabemos a dónde vaya, pero sí de qué forma lo hará. Al menos nunca mintió: su forma de vivir no era ni es negociable.

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