Otra coronación de Alberto Contador, ahora en el Giro de Italia, y ya son siete las grandes pruebas por etapas que puede presumir este ciclista español, aunque la cifra incrementaría a nueve si se consideraran las dos de las que fue despojado por un positivo en clembuterol.

 

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No hablamos de poca cosa. En el máximo Olimpo de los pedales figura Eddie Merckx con 11 títulos, de los que sin su sanción estaría muy cerca el madrileño, todavía con unos buenos años para elevar su palmarés.

 

Sucede que en este deporte se hizo muy difícil durante los últimos años diferenciar realidad de ficción. Miguel Induráin, otra leyenda española, me aseguraba en una entrevista que si en el ciclismo hay más casos de dopaje que en otras disciplinas, eso se debe a que se eludió antes la hipocresía y se atacó de forma frontal este mal. Sea que el pentacampeón del Tour haya exagerado o que tenga razón, es evidente que el caso Contador fue menos claro que los de otros contemporáneos suyos, empezando por Lance Armstrong y siguiendo con Floyd Landis, Jan Ullrich, Alexander Vinokourov, más un inmenso etcétera.

 

Contador ha insistido que sus niveles de clembuterol reportaron tan altos por culpa de un alimento contaminado. En su defensa hay que decir que los cinco seleccionados mexicanos de futbol que dieron positivo por esa misma sustancia en 2011, resultaron absueltos pese a mostrar índices por mucho superiores al del pedalista en aquel análisis. La misma federación española de ciclismo lo exculpó, algo no concedido por las instancias internacionales, con lo que el Tour de 2010 y el Giro de 2011 se le retiraron.

 

El mismo día en que Contador fue castigado con severidad por el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo), volví a entrevistar a Induráin; en pocas palabras, aseveraba que si su compatriota recibió tal sanción, era porque lo merecía.

 

 

Al mismo tiempo, su cantidad de defensores es muchísimo mayor al de cualquier ciclista que alguna vez haya reportado positivo en una prueba de dopaje. Desde que volvió del período de inhabilitación, ha sido recurrentemente examinado. Al mismo tiempo, el ciclismo cambió de país de dominio; los angloparlantes mandaron en el Tour tres años al hilo (primero el australiano Cadel Evans, después los británicos Bradley Wiggins y Chris Froome), a lo que siguió la victoria del italiano Vincenzo Nibali en la última edición.

 

Alberto Contador buscará en el próximo Tour acortar distancias en ese máximo pedestal del ciclismo, cuyo dueño es el Canibal Eddie Merckx. En todo momento sobrevolará la duda: ¿merece dos títulos más o incluso merece alguno menos? Y, más relevante todavía: ¿quiénes de sus predecesores contaron con sistemas de detección de dopaje más piadosos?

 

Se sabe de cierto que el dopaje en el ciclismo por etapas es tan antiguo como esta disciplina misma. Cada vez más sofisticado, aunque desde varias décadas atrás con competidores fallecidos a media carrera y con la utilización de métodos de estimulación de todo tipo (incluida la mezcla de cafeína con opio, cocaína o anfetaminas)

 

Lance Armstrong no fue el primero, pero sí el más célebre. El fallecido Marco Pantani tampoco, pero sí el más trágico. Una historia de más de 100 años y un Olimpo muy discutido.

 

Por lo pronto, la gloria de Alberto Contador ha vuelto. Las especulaciones sobre su sitio histórico, también.

 

 

 

 

 

 

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