CHICAGO, Illinois. Hace unos pocos años, la violencia en las calles de Chicago puso a un alcalde electo ante la mirada del país, en medio de un derramamiento de sangre casi constante por los tiroteos en algunos de los barrios más problemáticos de la ciudad.

 

Rahm Emanuel gastó casi 200 millones de dólares durante dos años para llenar esas calles de policías haciendo horas extra. Su departamento de policía también reunió información sobre pandilleros, y organizó reuniones entre pandilleros y los padres de víctimas de homicidio para ilustrar el alto coste de los disparos.

 

Desde entonces, la violencia en general ha remitido en la ciudad, pero en algunos barrios de minorías han crecido las muertes violentas. Y aunque la policía presume de un descenso histórico en la tasa de homicidios, muchas familias frustradas en esas zonas dicen que su comunidad no ha visto mejoras o incluso han sufrido un deterioro.

 

“Es peor”, comentó Anthony Jackson, un empleado de mantenimiento retirado de 62 años que volvía a su casa en el corazón de un barrio que el año pasado vio un drástico aumento en los homicidios, hasta aproximadamente la mitad que toda la ciudad de Washington D.C. “Estamos solos aquí”.

 

El descontento va más allá de las balas

 

La persistente violencia contribuye al desafío del alcalde en su carrera por un segundo mandato y le pone en la incómoda posición de por un lado defender su éxito contra el crimen al tiempo que reconoce que queda mucho por hacer.

 

“Lo cierto es que pese a los muchos progresos que hicimos en los últimos cuatro años, simplemente tenemos que hacerlo mejor”, dijo el alcalde en un discurso.

 

El descontento va más allá de las balas. Pese a su éxito para atraer empresas al floreciente distrito Loop, los únicos negocios que parecen sobrevivir en muchos vecindarios minoritarios son polvorientos mercados, restaurantes de comida rápida y tiendas asequibles.

 

El resultado fue que Emanuel no consiguió votos suficientes el mes pasado para evitar una segunda vuelta en abril con el comisionado del condado de Cook Jesus “Chuy” García. Buena parte del apoyo que recibió el alcalde de los votantes negros hace cuatro años se desvaneció en las primarias.

 

En su campaña, el alcalde ha abordado los temores avivados por la muerte de una niña de 11 años que murió por una bala que atravesó una pared cuando estaba preparando malvaviscos durante una pijamada. Y se refirió a la muerte de Hadiya Pendleton, una estudiante extraordinaria de 15 años que murió poco después de regresar de una fiesta por la investidura del presidente, Barack Obama.

 

Garcia ha prometido contratar a mil agentes de policía. Sin la presión añadida, señaló, la ciudad “nunca podrá poner fin a la descorazonadora violencia que se ha cobrado las vidas de tantos de nuestros niños”.

 

Emanuel también se ha encontrado contando votos negros tras la publicación de un estudio de la Unión de Libertades Civiles Americanas de Illinois, que reveló que las prácticas de “detención y registro” de la policía local se centraban de forma desproporcionada en los negros.

 

“Todo el mundo considera responsable al alcalde porque, como decimos en la iglesia negra, tiene todo el poder en sus manos”, comentó Marshal Hatch, un destacado pastor del West Side de la ciudad.