Más de 25 años de interrogantes, acusaciones e impunidad. Más de 25 años desde la tragedia que supuso eliminar las bardas que separaban a gradas de cancha en cada estadio, así como modificar para siempre los operativos de seguridad en el futbol. Más de 25 años y el caso Hillsborough sigue, más que abierto, supurante.

 

El agente encargado de comandar la seguridad en esa trágica jornada en la que fallecieron 96 aficionados, compareció esta semana ante un tribunal y afirmó que ha olvidado buena parte de lo que sucedió en las fatídicas dos horas que precedieron a ese partido semifinal de Copa FA, entre Liverpool y Nottingham Forest. Dos horas que marcaron su carrera, así como el triste destino de 96 personas y el del futbol en general. Dos horas que, pide se le crea, le han quedado en blanco.

 

Foto Lati_Especial

 

Sí ha reconocido que desconocía la cantidad de aficionados que estaban afuera del estadio de Hillsborough y deseaban ingresar a un graderío ya con sobrecupo. Sí admitió que no estaba familiarizado con los accesos al inmueble y planos de la zona. Sí concedió que los efectivos a su cargo carecían de la capacitación necesaria. Pero el caso sigue en el mismo lugar: una negligencia por la que no ha pagado nadie, más de un cuarto de siglo después.

 

Tres años atrás pude dialogar con sobrevivientes de esa, una de las mayores tragedias en la historia del deporte, así como con la abogada que lleva el caso. Esta última, Sheyla Coleman, me daba algunas pistas imprescindibles para entender el tema que propició la estampida humana: “hasta la terminología empleada para controlar aficionados era terminología animal, ‘eran llevados al corral’, como se dice con ganado; ‘eran metidos a jaulas’, como se dice con ganado… y fueron tratados como animales”. A eso, añadir errores que continúan impunes: “en el estadio de Hillsborough no había un certificado válido de seguridad, tendría que haber uno, no había sido renovado. Estaba operando ilegalmente. Varios videos desaparecieron desde el día del desastre en un centro de control que estaba sellado como zona de crimen”.

 

La batalla legal lleva por nombre “Justicia para los 96” y todavía busca esclarecer responsabilidades, así como descriminalizar a quienes tras perder la vida fueron vilmente etiquetados como hooligans. Cuatro años antes, en la final de la Copa de Campeones de Europa en Bruselas, los seguidores del propio Liverpool propiciaron otra tragedia en la que murieron 39 aficionados de la Juventus. Hillsborough, sin embargo, no tuvo nada que ver con eso.

 

Stephen Kelly, cuyo hermano Michael pereció ahí, me decía suplicante: “todos sabemos la verdad: sólo que la admitan, sólo pido eso, que den un poco de paz a nuestra vida. Mi madre me dijo poco antes de morir, ‘Steve, ¿Michael no era un hooligan, verdad?’ Y le contesté que no, porque de verdad que no era hooligan”.

 

De aquellos diálogos no olvido el gesto contorsionado y apagado de Kenny Derbyshire, quien estuviera en esa lamentable jornada: “Todo el tiempo está presente. Hillsborough siempre regresa a tu mente. No puedes escapar de eso. No puedes huir. Desafortunadamente, varias personas que estuvieron ahí se han suicidado, porque no pueden cargar con eso, con el estrés de Hillsborough”.

 

No lo olvidarán los sobrevivientes ni mucho menos los familiares de las víctimas, pero el hombre que encabezó el negligente operativo de seguridad dice que no se acuerda.

 

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