Poco podía esperarse del Shakhtar Donetsk en la presente edición de la Champions League. Jugar tan lejos de su bombardeada casa, a 1,250 kilómetros en la ciudad de Lviv, ya es un factor de elevada desventaja para los apodados mineros. Más, todavía, la certeza de que buena parte del plantel (en específico los que antes le dieron títulos, los extranjeros) no ven la hora para cambiar de club; unos meses atrás, cinco brasileños y un argentino amenazaron con no reincorporar al equipo, aunque al final terminaron disciplinándose todos, incluido el mundialista verdeamarela, Bernard.

 

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El Shakhtar se compone casi de tantos brasileños como ucranianos, la mayoría tomando esta etapa como escalón a una liga más renombrada y una cultura más afín a su tierra natal. No obstante, el modelo ha funcionado con una indiscutible hegemonía a nivel doméstico (ocho ligas conquistadas de las últimas diez) y con una ya importante presencia a escala continental (con la consecución de la Europa League en 2008-09 y los cuartos de final en Champions de la 2010-11). El millonario Rinat Akhmetov además ha construido en Donetsk uno de los estadios más modernos del mundo y unas instalaciones superiores a las de varios grandes de Europa occidental (los cuales, para este momento, ya han sido severamente dañados en la confrontación ruso-ucraniana).

 

El Protocolo de Minsk estipulaba el cese inmediato de todas las hostilidades, pero eso no ha sucedido y el Shakhtar sabe bien que le falta mucho para volver a casa; en la jornada previa, su capitán Dario Srna, describía el momento: “No ha sido una temporada fácil, sentimos como so jugáramos todos nuestro partidos como visitantes. El apoyo de nuestra gente es lo que más extraño. Pero vamos a intentar dar una alegría a la afición que apoya al Shakhtar en estos momentos difíciles”.

 

Bajo esas vicisitudes recibieron nada menos que al Bayern Múnich y resistieron contra todo pronóstico las embestidas del poderoso ataque bávaro. Un empate a cero que deja más que abierta la eliminatoria, toda vez que los dirigidos por Pep Guardiola no pudieron anotar como visitantes y un gol del Shakhtar en la vuelta tendría doble valor.

 

Más que loable la temporada del Shakhtar, por mucho que en la liga ucraniana está cerca de ver caer su hegemonía: de momento, en pleno parón invernal, el Dynamo de Kiev le aventaja en cinco puntos.

 

Exilio, deserciones finalmente no consumadas, estadio golpeado por fuego enemigo, treguas bélicas no respetadas, y un equipo que logró superar la primera fase de la Liga de Campeones y ahora mantiene en sus manos la posibilidad de la mayor de las sorpresas en los octavos de final.

 

Lo lógico es que a la vuelta el Bayern se imponga y por goleada en casa. Pero el sueño minero sigue adelante. Empate que resume en su sufrimiento y estoicismo mucho de lo que este conjunto ha padecido en el último año.

 

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