Hay gráficas con curvas empecinadas, líneas al alza o baja sólo en manos de ese terco titiritero que es el destino. Si lo sabe la euro-crisis en medio de las amenazas griegas, si lo saben los atletas que de pronto van a menos por mucho que intenten lo contrario, si lo saben los pintores un día obsesión de los galeristas y otro orillados al anonimato, si lo saben los volátiles bienes raíces, nada de que extrañarnos cuando se jugará el sexto derbi madrileño de la temporada.

 

Rememoremos un poco: hasta antes del denominado cholismo, la etapa de Diego Pablo Simeone como director técnico atlético, el Real Madrid llegó a acumular 24 partidos invicto ante su vecino, incluidos nueve triunfos al hilo. Fueron catorce años sin que los colchoneros lograran imponerse en un clásico de la capital española.

 

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Entonces llegó la final de Copa del Rey de 2013, para colmo disputada en el estadio Santiago Bernabéu, del que salieron en hombros los rojiblancos. La gráfica, la tendencia, la predisposición, se alteró diametralmente, y el título de liga para el Atlético, un año más tarde, confirmó el cambio de orden.

 

Todo lo que antes había sido ansiedad colchonera, falta de oficio, paranoia, extravío cuando se jugaba contra los merengues, tornó en el mayor de los dominios de un arte consistente en sacar de quicio al Real Madrid, bloquearlo, extirparle las ideas.

 

Hubo entonces una final de Liga de Campeones de Europa en mayo de 2014, primera vez que el título más importante a nivel de clubes era dilucidado por cuadros de la misma ciudad. Y la ganó el Madrid casi por milagro. Decía algún columnista español, aludiendo a la célebre frase de la película Casablanca, que para el Madrid “siempre quedará Lisboa”, sede del partido. Sin embargo, los acontecimientos posteriores han demostrado que esa final fue punto de excepción en la tendencia y de ninguna forma un cambio de rumbo.

 

Vino la supercopa española y el Atlético se coronó. Vino el primer derbi madrileño en esta liga y el Atlético salió avante. Vino la Copa del Rey y el Atlético eliminó con autoridad al Real.

 

Ahora juegan por sexta ocasión en la campaña (décima en año y medio) y el Madrid entiende lo que apesadumbró a los colchoneros por tantos años: que ni con la décima Champions a cuestas, es favorito.

 

Para colmo, la plaga de lesiones. En la espléndida gestión de Carlo Ancelotti, siempre hubo un temor: que aferradísimo a sus mismo once, no rotaba, no daba descansos, no alternaba minutos, y el desgaste luce empecinado en contra de sus elegidos. Nunca lo sabremos, que el futbol –gráficas como las de hoy al margen– no es ciencia exacta, pero es evidente que con mayor dosificación los riesgos de lesiones aumentaron. James Rodríguez, Sergio Ramos, Pepe, Luca Modric, cuatro pilares, no estarán en un derbi que puede determinar buena parte del éxito liguero del Madrid.

 

Con parches, con improvisaciones y con una tendencia que, se murmura con pesar en el Bernabéu, es favorable al rival, los merengues se meten a un campo que era de flores y ahora es de minas, a un estadio cuya hostilidad motivaba y ahora desestabiliza, contra un equipo que se regalaba a los pocos minutos y ahora desquicia.

 

Cuestión de gráficas y de las tercas líneas que suben o bajan. Aunque dirá el Madrid parafraseando a Shakespeare, “El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos”.

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