Moaz al Kasasbeh pasará a la historia como el protagonista de la primera película del Estado Islámico. Al Kasasbeh es el 11 de septiembre de la era solipsista/digital/nihilista (solitaria/emocional/vacía). Los misiles humanos empotrados en las Torres Gemelas y el Pentágono formaron parte del último capítulo de la era analógica donde la telerrealidad se conectaba al sistema nervioso humano a través del zapping.

 

Ahora, el recorrido de Moaz al Kasasbeh hacia la jaula infernal forma parte de un guion gore hecho para descargarlo en smartphones. (Los mismos que videograbaron y difundieron en tiempo real el proceso de humillación y muerte del dictador Gadafi.) Al Kasasbeh pasó a ser un trofeo para el Estado Islámico el día en que el avión caza que piloteaba sobre la provincia siria Al Raqa fue derribado por los terroristas (24 de diciembre).

 

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A partir de ese momento los redactores comenzaron a escribir un guion sobre su muerte. Sin distanciarse de la ceguera que sólo desde el fanatismo se justifica, los guionistas citaron una frase de un filósofo musulmán supuestamente erudito: “Si Ibn Taymiyyah dijo: si las mutilaciones públicas sirven para llamar a los otros a la fe, o disuadirlos de la agresión, entonces se considera como el establecimiento de los hudud y la yihad”.

 

En medio de destrozos provocados por ataques de la coalición anti Estado Islámico aparece Al Kasasbeh. Su mirada es reflexiva. Observa los resultados de la destrucción. A su alrededor un grupo de encapuchados con fusiles en mano dirige su mirada hacia él. Sabemos que algo sucederá. De pronto aparece la jaula en la que será transportado al infierno. En su ropa de color naranja se observan manchas que luego sabremos que son de combustible. Lo que sigue ya se conoce.

 

Ya no es en la masa donde se incuba el terror; se trata de llevar un clip gore a las redes sociales para mostrar al mundo la potencia del arsenal. Mientras que Obama piensa en la guerra de los drones el Estado Islámico tuitea, es decir, dispara videos gore; mientras que el mundo se siente demasiado lejos del califato yihadista el Estado Islámico reparte a domicilio, es decir en los smartphones, el espectáculo del sufrimiento.

 

Nos pensamos en la era industrial fordiana porque es lo más irresponsable, es decir, lo más cómodo. En la cartografía del mundo tangible pensamos que lo que sucede en Irak es obra de tres locas tribus: chiitas, sunitas y kurdos. Insistimos que el problema no pasará de un pequeño radio fronterizo: Siria, Turquía, Irán, Jordania, Líbano, Israel, Yemen, Egipto.

 

Si Madrid y Londres vivieron las secuelas del 11 de septiembre analógico, París, Amán y Tokio ya saben lo que es el 11 de septiembre tuiteado.

 

Obama ya está instalado en la era Cisco o tele presencial donde los drones representan la escasez de riesgos para quien los maneja a distancia aunque los costos colaterales se traducen en vidas humanas. Por otra parte, el Estado Islámico responde a través de descargas de películas gore en smartphones. En la asimetría se encuentra la confusión. No es una guerra convencional ni son batallas entre ejércitos.

 

La realidad es que el Estado Islámico es algo más que un ejército que desea instaurar un califato entre Irak, Siria y Turquía. También sabemos que la eficiencia de los ataques aéreos de la coalición es baja. Obama ya no quiere atacar por tierra. Lo supimos desde el momento en que se contradijo: “Si Bachar al Asad rebasa la línea roja (uso de armas químicas), atacaremos”. Bachar lo hizo. Y no sólo eso. A Bachar le dio tiempo para convocar elecciones. Ganó.

 

Por lo pronto, los guiones del Estado Islámico continúan invadiendo el sistema nervioso del ser humano dejando atrás la era analógica subiendo a la red sus películas gore.