Una de las grandes incógnitas sobre las nuevas versiones de Facebook y LinkedIn para uso corporativo es el contenido. LinkedIn ha pasado de ser una simple base de datos de personas, empresas, y relaciones entre ellas, a ser un lugar al que cada vez un número creciente de usuarios acuden para informarse, leer y encontrar artículos de interés, filtrados por intereses profesionales afines a los suyos.

 

En Facebook ocurre lo mismo: desde la función de saber qué hacen los amigos se ha pasado a una sucesión de contenidos muy diferentes que se comparten continuamente. Ahora, lo relevante de las redes sociales corporativas no será el desarrollo de relaciones entre personas, sino el impacto de la circulación de su contenido y su capacidad para que las organizaciones se conviertan en máquinas de aprender que contengan artículos interesantes que estimulen a las personas que laboran en ellas.

 

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Para tener trabajadores competitivos no sólo tienen que estar capacitados sino que tienen que entender el entorno actual leyendo, estando al tanto de las novedades que ocurren en su sector, y de noticias que puedan significar un cambio en el modo de hacer su trabajo. Se trata de tener sistemas de descubrimiento, comentarios y compartición de contenido entre empleados, que no sólo beneficia a la empresa en el aspecto anteriormente señalado sino que también cambia el panorama de las relaciones laborales.

 

Todo esto cambia la percepción negativa que han tenido las redes sociales dentro de las organizaciones. Muchas empresas llegaron a restringir o limitar el acceso a redes sociales como Facebook, alegando que su uso generaba una pérdida de tiempo, si bien otros contraatacaron señalando que los recursos para perder tiempo eran infinitos, es decir, que cuando uno no quiere trabajar puede encontrar como distractor cualquier cosa. Y ciertamente así fue, ya que las restricciones a las redes sociales provocaron un excesivo uso del smartphone, que resultó ser incluso menos eficiente y más costoso en términos de tiempo.

 

De la práctica del bloqueo se pasó a una toma de conciencia de la importancia de las redes sociales, y se permitió su uso a los empleados por considerarse necesario para transmitir una imagen de modernidad. Resultaba incoherente que la empresa proyectara una imagen de jugar un papel activo en las redes sociales y en la conversación con sus clientes, si no permitía el acceso a las redes a sus trabajadores.

 

Simultáneamente, las redes sociales empezaron a verse como un recurso fundamental para estar informado, sobre todo cuando las noticias llegan no a través de un medio de comunicación tradicional sino porque alguien de la red las comparte. Las redes sociales se convirtieron en radares constantes de información actualizada, y se consideró que era necesario que los trabajadores estuvieran alerta a las novedades.

 

Sin embargo, todavía son pocas las empresas que han introducido las redes sociales como una herramienta de trabajo directa. Por eso, la noticia de que Linkedin y Facebook acaban de introducir unos productos que conectan a los trabajadores de una empresa es una buena noticia, más allá de las consideraciones sobre la confidencialidad o discreción. Ahora llegamos a una empresa social. Si somos lo que compartimos, entonces las empresas tendrán empleados donde comenten, compartan y dinamicen la información.

 

Esta información repartida entre los empleados también provoca la innovación y las buenas ideas. Si además, a esa información se le añade el componente social y profesional, los flujos de información, sus circuitos se van transformando en prácticas de gestión de información de mucha mejor calidad que la de antes. Estamos ante un inicio prometedor, donde las organizaciones se van dotando de herramientas que les permitan estar conectadas al mundo y ser capaces de aprovechar toda la información que circula en las redes.