“Si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos”. Así de contundente y apasionado por su trabajo periodístico era Julio Scherer García, quien a mediados de los años 70 se convirtió en todo un símbolo de la libertad de expresión cuando fue víctima de una revuelta interna que lo llevó a dejar la dirección del diario Excélsior en julio de 1976, durante el gobierno de Luis Echeverría, acto que lo llevó a fundar el semanario Proceso junto con otros dos referentes del periodismo mexicano: Miguel Ángel Granados Chapa y Vicente Leñero.

Julio Scherer, quien fue implacable en su ejercicio periodístico, persistente en la denuncia de actos de corrupción de las autoridades y que se convirtió en uno de los periodistas más respetados del mundo, murió a las 4:30 horas de ayer, con 88 años, producto de un choque séptico, dejando un enorme hueco para la vida periodística de crítica e investigación en el país.

Scherer nació en la Ciudad de México el 7 de abril de 1926, y fue un

claro ejemplo del hombre hecho a sí mismo, pues aunque estudió Filosofía y Derecho en la UNAM, comenzó a trabajar a los 18 años en Excélsior y nunca pudo terminar una carrera, lo que no fue impedimento para convertirse en uno de los referentes del periodismo nacional.

Su legado en Excelsior y Proceso 

Julio_CuartoscuroEl “periodista incendiario por más de medio siglo” –como bien lo calificó Elena Poniatowska durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2005, y quien era una de sus amigas más cercanas– comenzó a elaborar sus primeras notas, entrevistas y reportajes a los 22 años. Sus inicios fueron, según él mismo decía, como “mandadero de la redacción”, pero su espíritu combativo e inquietud de investigación lo llevó a trabajar como reportero de la fuente política, comenzando a escalar puestos para convertirse en jefe de información, auxiliar de la dirección y, a los 42 años de edad, asumir la dirección general de Excélsior, la cual ocupó de 1968 a 1976.

Pero fue justo esa personalidad “incendiaria” la que incomodó al gobierno, al que solía sacarle sus “trapitos al sol” con denuncias de corrupción de parte de sus integrantes. Su enfrentamiento con los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría propiciaron una revuelta interna en el diario que dirigía, lo que a la postre se conocería como El Golpe a Excélsior, teniendo que dejar la dirección del mismo el 8 de julio de 1976.

“Se ha discutido mucho sobre la responsabilidad del gobierno en el caso de Excélsior. No es fácil medir esa responsabilidad, pero me parece indudable que el golpe no se habría dado si sus autores no hubiesen contado por lo menos con el consentimiento tácito del poder”, escribió el premio Nobel Octavio Paz al respecto en la editorial del primer número de su revista Vuelta.

Scherer, quien también fue fundador de la revista Plural (1971), dirigida por Octavio Paz, inició el 6 de noviembre de 1976, junto con varios reporteros y colaboradores de Excélsior, el semanario Proceso, del que fue director general hasta el 6 de noviembre de 1996.

Desde esa trinchera y bajo su dirección, Proceso sacó a la luz pública el caso de las propiedades de Arturo El Negro Durazo y de una mansión del presidente José López Portillo en Acapulco. Así, Scherer tenía todos los atributos para ser el “periodista incómodo” del gobierno. Otros reportajes incluyeron el del Hermano Incómodo, del 19 de noviembre de 1994, acerca del caso del recién exonerado Raúl Salinas de Gortari, su entrevista con el Subcomandante Marcos o con Ismael El Mayo Zambada, capo del cártel de Sinaloa y colega y compadre de El Chapo Guzmán

Un trabajo multipremiado 

Scherer ganó el premio María Moors Cabot en 1971, fue designado periodista del año por la Atlas World Press Review de Estados Unidos en 1977 y recibió el premio Manuel Buendía en 1986, pero rechazó el Premio Nacional de Periodismo en 1998.

En el año 2001 ganó el premio Nuevo Periodismo 2001 en la modalidad de Homenaje, otorgado por CEMEX-FNPI, presidido por Gabriel García Márquez y Lorenzo Zambrano, presidente del Consejo de Administración de CEMEX.

En 2002 le fue otorgado el Premio Nuevo Periodismo, de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y en el año 2006 fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Guadalajara.

Además, fue autor de 22 libros, entre los que destacan La piel y la entraña, de 1965; Los presidentes, de 1986; El poder. Historias de familias, de 1990; Salinas y su imperio, de 1997; El perdón imposible, en 2005, y La pareja, en el 2006.

En 2007 publicó La terca memoria y en 2008 se editó otro de sus grandes libros, La Reina del Pacífico, un reportaje acerca de Sandra Ávila Beltrán, considerada una de las cabezas del narcotráfico más poderosas de México.

Scherer decía que todo lo que había logrado era gracias al respaldo y apoyo de sus amigos.

“Yo me debo a mis amigos más que a mis esfuerzos personales. Yo me debo a eso primeramente”, expresó durante un homenaje a su carrera en la FIL. Su última colaboración fue en Proceso el 7 de diciembre de 2014, acerca de la muerte de su amigo, el también escritor y periodista Vicente Leñero.

Sus restos fueron velados e inhumados en el Panteón Francés de Legaria, al cual acudieron familiares y colegas.

Lamentan su muerte

La comunidad cultural y política expresó su pesar por la partida de Scherer:

“Lamento el sensible fallecimiento de Julio Scherer García, un profesional del periodismo mexicano. Mis condolencias a su familia”, publicó la cuenta de Twitter del presidente Enrique Peña Nieto.

“Lamento el fallecimiento del periodista Julio Scherer García, fundador de @revistaproceso, mi más sentido pésame a familiares y amigos”, escribió el Jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera.

“Con gran dolor me entero que ha muerto Julio Scherer, el más grande periodista del siglo XX en México. Lo quise mucho, lo extrañaré siempre”, expresó Enrique Krauze en Twitter.

“Un día rabiosamente triste. Don Julio Scherer, un guerrero honorable y bravo del periodismo, ya no nos guiará en el campo de batalla. Nos quedaremos con su ejemplo. Descanse en paz”, comentó el escritor Diego Enrique Osorno.

“Fuen figura fundamental del periodismo mexicano. Mi sentido pésame a su familia”, expresó María Cristina García Cepeda, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes.