En cada director deportivo hay un enfoque distinto para ejercer ese cargo; en cada caso, hay diferentes responsabilidades y atribuciones, libertades y limitaciones; en cada individuo que ejerce tal puesto se descubren inclusive diferentes tareas y grados de relevancia para la institución.

 

Podemos decir que lo requerido de un director deportivo varía con base en el país. Si en Alemania los hay que se sientan en la banca y forman parte de toda rutina del plantel (por ejemplo, unos años atrás, Uli Hoeness en el Bayern), en Inglaterra los hay que son también y simultáneamente directores técnicos (Alex Ferguson en su United, así como para efectos prácticos Arsene Wenger y José Mourinho en Arsenal y Chelsea). Es en España en donde crece la confusión en ese sentido.

 

LATI ZUBIZARRETA AP

 

Jorge Valdano puede ser visto como el fundador de esta posición en la liga ibérica. Florentino Pérez ganó la presidencia madridista en 2000 y necesitaba a una persona que dotara de coherencia y esencia a su proyecto. Sucedió, sin embargo, que el propio Florentino se ocupó de determinar qué jugador llegaba y cuál se iba, limitando demasiado el desempeño de Valdano, quien quedó orillado casi a un rol de portavoz de lujo. Y es que, en gran medida, un director deportivo ha de ocuparse de definir quién dirige al equipo y poner a su disposición a los elementos idóneos para tal tarea; al mismo tiempo, ha de hallar forma de potenciar el valor de la marca, de aferrarla a determinados valores, de propiciar comunión con la afición y respetar los presupuestos trazados.

 

Por todo lo anterior, estrategas como José Mourinho no suelen creer en la figura del director deportivo: su perfil, presencia y vanidad exigen control total; ellos no buscan aprovechamiento a los futbolistas elegidos por un mando mayor: ellos exigen tal o cual elemento en específico a sabiendas de que eso fortalecerá el juego.

 

Desde que Mourinho propició la salida de Valdano, puede decirse que el Madrid ha aprendido a vivir sin la figura de un director deportivo (lo de Emilio Butragueño es muy distinto: director de relaciones institucionales). Ahora el Barça queda en situación parecida al haber destituido este lunes a Andoni Zubizarreta.

 

La diferencia es que las estructuras del conjunto merengue, más el aura intocable de Florentino como mandatario, hacen muy posible el carecer de director deportivo, algo por demás discutible en la entidad catalana.

 

A Zubizarreta se le puede criticar el fracasar en la mayor parte de los fichajes intentados, el reforzar mal la frágil defensa, el gastar demasiado sin que se note (110 millones por cada uno de los cuatro años), el no mantener a tope a un plantel cuya obvia curva es descendente, el perderse en las eternas crisis existenciales de Lionel Messi (todas solucionadas con aumentos de sueldo anuales). Pero el presidente barcelonista, Josep Bartomeu, es como su antecesor, Sandro Rossell, quien ha llevado al Barça a tamaño caos, multiplicado todo por un entrenador arrogante y conflictivo como Luis Enrique (aparte del castigo de FIFA de no poder fichar y los escándalos con Hacienda por Neymar).

 

Zubizarreta podrá decir que lo suyo lo hizo bien (lo cual dudo); Bartomeu podrá asegurar todo lo contrario…, y es que ese rol de director deportivo es tan amplio, varía tanto, cambia a tal proporción de situación a situación, que resulta difícil efectuar un análisis definitivo.

 

Cuando hay crisis suele irse primero el director técnico. Aquí ha sido diferente. Acaso el orden de los factores no alterará el producto.

 

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