La numerología anuncia que este 2015 será “el año de la verdad”, que su energía propicia que se caigan los velos de la mentira y se destape todo lo que estaba oculto.

 

Ya por lo pronto el ex canciller Jorge G. Castañeda lanzó lo suyo en ese terreno: su(s) verdad(es).

 

Su autobiografía Amarres perros ya es –y lo seguirá siendo sin duda en los próximos días que se reúnan los miembros del servicio diplomático– la comidilla entre embajadores y cónsules que vinieron a pasar sus vacaciones a México y ya le echaron un vistazo a las más de 600 páginas del libro.

 

153532_0512Cas2

 

Las reacciones que hemos conocido van de la indignación al asombro a lo escrito por Castañeda. ¡Y sus razones tienen!

 

Lo increíble del caso es que Castañeda suele ser uno de los invitados oradores-estrella de las reuniones que se hacen año con año en la Secretaría de Relaciones Exteriores con los embajadores, cónsules y miembros del servicio exterior para que se actualicen sobre lo que acontece en el país y normen criterio.

 

Van aquí algunas de las perlillas escritas por el que fuera el primer secretario de Relaciones Exteriores en el sexenio de Vicente Fox:

 

-Sobre el propio Servicio Exterior Mexicano sostiene que es una institución “donde la mayoría de los funcionarios no se compromete ni siquiera con el clima”.

 

-De las reacciones a los cambios que se proponía hacer en la política exterior refiere que “de haberlo entendido el PRI, la izquierda, parte del PAN, la comentocracia y la ralita academia mexicana de relaciones internacionales, hubieran chillado como gatos boca arriba”. Cuando se percataron, igual chillaron, pero era demasiado tarde, por lo menos durante ese sexenio.

 

-Ante la decisión de Santiago Creel, a la época secretario de Gobernación, de haberlo borrado de los envíos de la carpeta naranja (resumen de inteligencia semanal elaborado por el Cisen), Castañeda confiesa que decidió “en parte como represalia, recomendarle a Fox la eliminación de los representantes del Cisen en nuestros consulados de Estados Unidos”.

 

-Por lo que toca al nombramiento de Adolfo Aguilar Zínser en el Consejo de Seguridad de la ONU –y el maltrato que le dio al que fuera su amigo–, reconoce que lo erigió como ejemplo para que “si alguien lograba convencer a Fox de imponerme un nombramiento, las condiciones de vida, de trato, de apoyo y de atención en la Cancillería dependían de mí. Podía transformar esa vida en un infierno, como lo demostré con Aguilar”.

 

-0-

 

CUBA NO REVISTE LA MENOR IMPORTANCIA…– Las fobias de Castañeda hacia el régimen castrista son más que conocidas y claro, el tema ocupa sus buenas páginas en la autobiografía de Castañeda.

 

Sobre la relación Cuba y el memorable incidente con Fidel Castro del “comes y te vas” ocurrido en Monterrey, Castañeda apunta que el gobierno de Fox de plano no le guardaba ninguna simpatía al régimen cubano:

 

“No deseábamos ser amigos, ni vecinos cercanos de un lóbrego régimen que ejemplificaba lo que combatimos durante años: la represión, la falta de libertades, el fracaso económico, el nacionalismo galopante, la violación a los derechos humanos y la total ausencia de democracia”.

 

Pero además –indica sin rubor alguno–, Cuba “no reviste la menor importancia económica para México”, así que “no desentrañábamos la razón de ser amistosos u hospitalarios”. (Sí, se valen las interjecciones).

 

-0-

 

CREYÓ QUE PEÑA LO IBA A LLAMAR.- Mientras el presidente Enrique Peña Nieto regresa de su visita oficial a Washington, invitado por Barack Obama, y el cuerpo diplomático sigue en espera de su reunión anual, en Amarres perros las confesiones siguen.

 

Entre sus últimas páginas alcanza a leerse: “Pensé, con ingenuidad y amnesia ante las idiosincrasias priistas que el número y la calidad de encuentros que sostuvimos (Héctor) Aguilar Camín y yo (Castañeda) con (Enrique) Peña Nieto desde 2010 desembocaría en un ofrecimiento atractivo; (…) por ejemplo, la Secretaría de Educación, cuya agenda elaboramos en buena medida juntos Héctor, (Aurelio) Nuño y yo”.

 

-0-

 

GEMAS: Obsequio del ex canciller Jorge G. Castañeda: “La diplomacia nunca fue mi vocación”.