El mundo del beisbol está preocupado. Algo está pasando con los bates, los números paulatinamente están bajando y las explicaciones se están buscando en la mejora inexplicable del pitcheo y en la paridad de los equipos. Pero lo cierto es que la temporada 2014 tuvo el peor promedio de bateo en más de 40 años y, por primera vez, desde 1968 fue un pitcher el jugador más valioso.

 

También, el promedio de ponches por juego (7.7) es el número más alto de la historia.

 

Hay una coincidencia sorprendente entre un fenómeno como ese en el mundo del deporte. Ocurrió en el atletismo, en el que existe un claro parteaguas en las marcas mundiales. De hecho, en un buen número de pruebas, los humanos actuales no se comparan con los de la década de los 80. Todo cambió a partir de la Convención Mundial Antidopaje de 1989, cuando se emprendió en el mundo una lucha coordinada en contra de ese mal a raíz del escándalo de Ben Johnson en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988, cuando fue pillado positivo por dopaje tras ganar los 100 metros planos.

 

Un buen ejemplo de ese aparente retraso en la evolución de las marcas son los 400 metros femeniles, una prueba que conocemos gracias a Ana Guevara y su sorprendente tiempo en la distancia en 2003, cuando se coronó campeona del mundo en París.

 

Con todo lo bueno de su tiempo, corrió más de un segundo encima del récord mundial de la alemana Marita Koch. De hecho, Ana tiene el tiempo número 30 en la lista de todos los tiempos y de todas las marcas que la preceden, sólo cinco se impusieron después de 1989. Y de esas cinco, dos pertenecen a Jose-Mari Perec, una atleta que nunca fue descubierta, pero que terminó su carrera huyendo de los controles.

 

En el beisbol pasó algo parecido en 2013. Las Grandes Ligas perecieron comenzar a tomar en serio la lucha contra el dopaje. Al grado que la estrella más grande del equipo más importante, un jugador que llevaba una carrera con paso de Salón de la Fama, Alex Rodríguez.

 

No sólo lo suspendieron sin pruebas concluyentes, sino que lo echaron por más de un año y con él a otros peloteros menos vistosos. Además, desmantelaron una red de distribución de sustancias, que se conocía como Biogenesis.

 

Actualmente son cotidianos los anuncios de las Grandes Ligas de peloteros suspendidos por dopaje. Y paralelamente los números de los bateadores están bajando.

 

Que existe una relación entre doping y bateo quedó claro con el caso de la lucha por el récord de jonrones de las Grandes Ligas que sostuvo Mark  McGuire y Sammy Sosa en 1998, tras la cual McGuire rompió un récord mítico de ese deporte llegando a 70. Sólo tres años después Barry Bonds rompió ese récord. Los dos admitieron años más tarde haber consumido esteroides. (Con información de AP)