Hace mes y medio comentamos en esta columna que contra todos los pronósticos, México y Estados Unidos habían alcanzado un acuerdo azucarero que ponía fin a la controversia por subsidios y “dumping” en las exportaciones de azúcar mexicana a aquel país.

 

Tres días antes del fallo del Departamento de Comercio de EU, existía el temor, bien fundado, de que impusieran a los industriales azucareros mexicanos una cuota compensatoria de hasta 40% por “dumping” a las susodichas exportaciones que, sumado al 17% que habían decidido aplicar en agosto pasado por subsidios, hubiera sido catastrófico para industriales, cañeros y obreros principalmente.

 

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Pero ocurrió el milagro: Los negociadores mexicanos, encabezados por el subsecretario de Comercio Exterior de la Secretaría de Economía y el presidente de la Cámara Azucarera, Juan Cortina Gallardo, convencieron al gobierno estadunidense que en lugar de sanciones y de un largo juicio en la Organización Mundial de Comercio se llegara a un acuerdo que beneficiara a ambos países. Los respectivos gobiernos firmaron el documento el pasado 27 de octubre, sujeto a un periodo de un mes para “consultas” entre los azucareros y fructoseros de aquél país.

 

¿Pero qué creen? Pues que vencido el plazo nuestros vecinos se quieren “echar para atrás. Al menos hasta ayer por la tarde no se había ratificado la firma del llamado “Acuerdo de suspensión”, cuyos términos, a grandes rasgos, son, bueno, eran:

 

  • México podrá exportar azúcar refinada y estándar a Estados Unidos sin arancel alguno para satisfacer 100% de las necesidades del mercado norteamericano: 1.5-1.6 millones de toneladas que México puede enviar en el actual ciclo azucarero.

 

  • De la cuota de 1.5-1.6 millones de toneladas México no puede exportar más de 60% de azúcar refinada.

 

  • En materia de precios se acordó que México no puede vender dulce refinado a Estados Unidos por debajo los 23.57 centavos de dólar por libra (LAB ingenio). Ni azúcar estándar por debajo de los 20.75 centavos de dólar la libra, también LAB ingenio.

 

La pregunta que en su oportunidad se hicieron los analistas bisoños fue: ¿Qué motivó al Departamento de Comercio de Estados Unidos a cambiar su decisión de aplicarnos la “quebradora”?

 

La respuesta de algunos de los participantes mexicanos que negociaron el acuerdo fue que el gobierno vecino se dio cuenta que los industriales azucareros que demandaron a México en abril pasado se querían “pasar de lanzas” y les hizo “manita de puerco” para que aceptaran y firmaran el documento. El subsecretario para el Comercio Internacional, Stefan Selig, dijo en aquel entonces que “Los acuerdos deben proporcionar estabilidad fundamental en un mercado que es importante para ambos países”.

 

Hoy que se quieren “rajar”, cualquiera podría calificar de hipócrita al señor Selig.

 

Ante esta inesperada y preocupante situación, el subsecretario de Economía, Francisco Rosenzweig y el presidente de la Cámara Azucarera, Juan Cortina Gallardo, viajaron a Washington el lunes pasado para retomar el asunto.

 

Algunos industriales azucareros, tanto los que están agremiados a la Cámara como los que no, han urgido al secretario de Economía para que presione al gobierno de Estados Unidos y le exija la firma del documento tal y como se negoció hace más de un mes. En caso de que se resistan, le han sugerido al funcionario que les anuncie que la Secretaría de Economía impondrá una cuota compensatoria a las importaciones de alta fructosa procedentes de aquel país.

 

Por lo pronto, la tardanza en la firma del multicitado acuerdo ha provocado un desplome del casi 30% en los precios del azúcar en México, pues como resulta inconveniente exportar a Estados Unidos con los mencionados aranceles, los dueños de los ingenios se tienen que “comer” prácticamente todo lo que producen.