Pongámoslo en términos de los apostadores: si México obtuviera la organización de la Copa del Mundo 2026, sería la chica, la sorpresa, la inesperada.

 

¿Con base en qué? Primero, en que la esencial oposición provendría de dos países demasiado apetecibles para la FIFA, como lo son Estados Unidos y Canadá, con niveles superiores al nuestro en estabilidad económica e infraestructura.

 

EU tuvo un Mundial en 1994 (antes perdió a manos de México la sede de 1986, en sustitución de Colombia) aunque por entonces ver futbol en Nueva York era todavía tan exótico como toparse con un koala en el viaducto; eso ha cambiado muchísimo en dos escasas décadas; lo que ellos denominan soccer ha crecido exponencialmente en aceptación, recaudación, audiencias y relevancia; personajes indispensables del American Way of Life participaron de alguna forma en el pasado Mundial: Leonardo Di Caprio, Joe Biden o Kobe Bryant en pleno estadio; Barack Obama, Bill Clinton y muchos más vía redes sociales.

 

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Al tiempo, los canadienses siguen siendo de las pocas apuestas a futuro que quedan a la FIFA junto con India o China; ya con equipos integrados a la Major League Soccer (Montreal Impact, Toronto FC y Vancouver Whitecaps), representan la perspectiva de abrirse a nuevos consumidores y posicionarse en territorios alternos.

 

La única traba que hallaría la favorita candidatura estadounidense sería la confrontación abierta tras haberse sentido estafados en el proceso que eligió a Rusia para 2018 y Qatar para 2022. Ya con el FBI formalmente integrado a la investigación y esclarecimiento, la US Soccer no sería tan aclamada por quienes votan.

 

Llegados a este punto es imprescindible referirnos a la rotación de continentes fijada desde los comicios del Mundial 2006, cuando Alemania se metió en el camino de Sudáfrica. Bajo tal parámetro, África y Oceanía aspirarían tanto como los países de la Concacaf a quedarse con el evento. Sucede, sin embargo, que quitando a Sudáfrica cuesta imaginarnos a otra nación africana como sede (más allá de que Marruecos tiene deseos) y que Australia está en Asia y no en Oceanía para fines estrictamente futbolísticos, lo que la descalifica por tener antes a Qatar en 2022.

 

Si la rotación fuera cancelada, lo que varios miembros de la FIFA han insinuado y la UEFA pretende, la gran competencia vendría de Europa con alguna candidatura conjunta, estilo Holanda-Bélgica.

 

La pregunta es si sería conveniente para México tener el Mundial. Y mi respuesta preliminar es que depende de cuatro puntos: primero, levantar instalaciones con uso a futuro y no por un mes; segundo, transparencia en los gastos y visión a largo plazo; tercero, mucho mayor apego a iniciativa privada y no a dinero público; cuarto, entender que el Mundial ha de mejorar la vida de todos (con infraestructura, empleos, inversiones, proyectos de movilidad) y potenciar la marca México.

 

El presidente sudafricano, Jacob Zuma, explicaba a quienes protestaban por las deudas que el 2010 dejó a su país: “Los beneficios sociales no tienen precio. Ha habido unidad, patriotismo y solidaridad a niveles nunca antes vistos”. Su error es que en este caso sí tuvo precio… y fueron miles de millones de dólares, algo compartido por Brasil 2014.

 

México no es ni por mucho el favorito, pero si sorprendiera y fuera elegido, ha de hacerlo con absoluta responsabilidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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