En culturas que nunca se han parecido y realidades económicas que cada vez lucen más distanciadas, quizá lo único que hoy en día tienen en común alemanes y españoles son sus proyectos futboleros.

 

Sin duda, los dos mejores que puedan hallarse ahora en el planeta. Así como en los últimos años hubo instantes en los que dominaba avasalladoramente el esquema brasileño (o en su momento el argentino o el francés), ahora mandan teutones e ibéricos: en generación de talentos, en infraestructura, en coherencia, en apego y respeto a determinada esencia, en aprovechamiento de lo que efectúan a diario sus clubes, incluso en estética de juego.

 

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Poca importancia tiene la reciente debacle del equipo dirigido por Vicente del Bosque en el Mundial 2014, eliminado en plena primera ronda: cuando existen cimientos tan sólidos y bases tan bien montadas, una caída no corta ningún camino (como, por contraparte, sí se cortaron tras la Copa del Mundo el proyecto verdeamarela de Luiz Felipe Scolari o el que intentaba Italia bajo la conducción de Cesare Prandelli).

 

En épocas en las que al común de las selecciones les cuesta encontrar a un solo creativo, España y Alemania cuentan, cada uno, con al menos cinco elementos con dotes para ocupar esa posición (algunos de ellos, de momento lesionados). Con la Roja, Andrés Iniesta, Cesc Fábregas, Isco, Koke, Santi Cazorla, Juan Mata; con la Mannschaft, Mesut Özil, Toni Kroos, Mario Götze, Maro Reus, Julian Draxler.

 

Este 18 de noviembre se enfrentarán en partido amistoso y lo curioso será comprobar cuánto han llegado a semejarse bajo su futbol de toque, una selección que se hizo célebre por pelearlo todo con base en tormenta y enjundia, y otra que en vano pretendió serlo bajo parámetros similares (con el sobrenombre de “furia” que más estorbó que ayudó a un país de naturaleza mucho más artística que atrabancada).

 

El representativo alemán que, como dice su himno, hoy florece, colocó sus semillas diez años atrás, justo cuando notó que su programa futbolístico había caducado y estaba por recibir en casa un Mundial. Un par de años antes, en Corea-Japón 2002, los germanos habían accedido a la final, casualidad que no confundió a nadie: aquella Alemania jugaba a no dejar jugar y apenas tenía cracks identificables (en ese torneo, Oliver Kahn, Michael Ballack y poquísimo más).

 

Sus federativos entendieron que debían realizar modificaciones y, por ejemplo, desde entonces se unificó el trabajo de todos los entrenadores de futbol base del país, además de que se supo aprovechar (ni duda cabe, mejor que la sociedad misma), lo que cada minoría podía aportar en un marco tan multicultural. Joachim Löw fue asistente de Juergen Klinsmann, así como permaneció en la coordinación de selecciones Oliver Bierhoff.

 

Por otro lado, sería simplista atribuir el éxito español a la gran camada del Barcelona (que, obviamente, sí influyó mucho). Hace diez años no era común que los equipos más mediáticos del planeta contara con al menos un ibérico en posición decisiva, algo que hoy es rutina: Chelsea, City, United, Arsenal, Juventus, Milán, Nápoles, Bayern. Un cascarrabias como Luis Aragonés supo crear una marca (algo difícil en un país de países) y un pacificador como Vicente del Bosque ha sabido mantenerla.

 

Por la naturaleza de sus roles, el retiro de Xavi y Xabi Alonso propician una coyuntura más difícil que lo que supone para Alemania el ya no contar con Philipp Lahm y Miroslav Klose. En todo caso, no dudo que será pasajero, porque estos dos futboles no viven de una generación o de un talento aislado, sino de una realidad.

 

Encima de todo, se parecen en la cancha; tanto, como nada tienen que ver sus respectivas culturas y actuales indicadores financieros.

 

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