BERLÍN. Posiblemente, el comercial publicitario que nunca podrá ser olvidado es el que aparece Mijaíl Gorbachov junto a su nieta en el interior de Pizza Hut. En el mundo de la semiótica no es necesario interpretar el papel del que fuera presidente de la Unión Soviética.

 

 

Hace 25 años se inició el derribo del muro de Berlín pero también la transformación del inmenso imperio soviético que, de la noche a la mañana, se convertía en la Comunidad de Estados Independientes, cuyos países iniciaban un largo recorrido hacia sistemas de libertades públicas… Y todo ello sin una sola gota de sangre, gracias a Mijaíl Gorbachov, el “mago de lo inesperado”.

 

 

Ayer, Gorbachov reapareció comentando que defenderá a Rusia y a su presidente, Vladímir Putin, durante su visita a Alemania que hará para participar en el aniversario XXV de la caída del Muro.
 

Gorbachov indicó que aprovechará el aniversario de la caída del Muro de Berlín para recalcar la necesidad de que “nunca más se levanten muros, ni de piedra ni morales ni humanos” y que así se lo manifestará a la canciller alemana, Angela Merkel.

 

Gorbachov es el creador de la perestroika (reforma económica) y la glasnost (reforma liberal tanto política como en medios de comunicación). Ésta se produjo primero y no encontró enormes dificultades para su aplicación. La transparencia informativa proyectó a la entonces Unión Soviética como una nación que no tendría nada que esconder. En particular Gorbachov comprendió que la crítica se convertiría en el mejor vigía de sus transformaciones internas.

 

 

 

Él practicó una política exterior pacifista, llevando de hecho a la URSS a renunciar a su papel de gran potencia mundial, con tal de reducir así los pesados gastos militares que apenas podía soportar la debilitada economía del país (tratado de desarme pactado con los Estados Unidos de Reagan en 1987; retirada de Afganistán en 1989). La retirada del ejército soviético condujo a procesos más o menos revolucionarios que acabaron con los regímenes comunistas en Europa central y oriental, abriendo el camino para la reunificación de Alemania (1990).

 

 

 

La reconstrucción económica, sin embargo, sería uno de los principales fracasos de Gorbachov: la perestroika suponía sacar a la economía soviética del caos y el anquilosamiento en el que estaba sumida, introduciendo mayor libertad de empresa y dejando actuar al mercado para corregir los defectos de la planificación. Sin embargo, estas reformas no tuvieron resultados positivos inmediatos, pues desorganizaron aún más el sistema productivo existente y ahondaron el empobrecimiento de la mayor parte de la población. Todo ello creó tensiones sociales, agravadas por los intereses político-económicos que se veían afectados.

 

 

En el aspecto político, se inició una apertura que debía conducir gradualmente a una democracia pluripartidista; pero los avances en ese camino, considerados excesivos por la vieja guardia comunista, fueron considerados demasiado lentos por la creciente oposición ajena al partido: Gorbachov y su equipo avanzaban despacio por las resistencias existentes dentro del régimen y por el temor a perder el control del proceso. El efecto principal de la apertura fue la eclosión de los sentimientos nacionalistas, que cuajaron en movimientos independentistas en las diversas repúblicas que formaban la URSS.

 

 

 

En 1991 se produjo un intento de golpe de Estado militar de tendencia involucionista, que fue detenido por la fuerza del movimiento democrático radical, encabezado por Boris Yeltsin; éste se hizo dueño del poder en Rusia, apartando a Gorbachov y pactando con los dirigentes de las otras repúblicas el desmantelamiento de la URSS.

 

 

Gorbachov se retiró de la política en aquel mismo año aunque se presentó a las elecciones presidenciales de Rusia en 1996, obtuvo un resultado frustrante.

 

 

El cambio ya estaba hecho. Lo suficiente como para visitar Pizza Hut en compañía de su nieta. (Con información de EFE)