Hace 85 años, un grupito de empresarios soñó con un país donde existiera el progreso, donde no hubiera desiguladad ni injusticia. Y empezaron a trabajar en la construcción -dicen ellos- de ese país maravilloso.

 

Los fundadores de ese grupito plantearon un México de libertad y responsabilidad, de orden y respeto; un país solidario con los que menos oportunidades tenían. Visualizaron -dicen- una nación donde la persona fuera el principio y fin de la acción política y económica, y la convivencia pacífica el marco para que cada quien hiciera lo que le corresponde. Desde la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), empresarias y empresarios dedicaron su compromiso al servicio de México y contribuyeron a construir las instituciones que  otorgan a los mexicanos progreso y paz, así como oportunidades de educación, trabajo, salud y bienestar.

 

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Y todo iba más o menos bien hasta que un día ese grupito de empresarios se dio cuenta que el mediocre crecimiento económico en los últimos 30 años no ha dado a los mexicanos oportunidades de trabajo, de educación, de salud y bienestar. Por el contrario, la brecha de la desigualdad lejos de reducirse aumentó; la injusticia se extendió por todos los rincones; el orden y el respeto a la Ley se perdieron.

 

Hoy, 85 años después, el presidente de la Coparmex reconoce que México vive momentos decisivos: amenazas que parecen poner en riesgo nuestro futuro. Enfrentamos retos inimaginables, que a la vez nos brindan la oportunidad de despegar como una nación moderna, próspera y justa, advierte. Y se pregunta:

 

¿Cómo podemos vencer la desigualdad que nos lastima y agravia a todos?

 

¿Cómo podemos afrontar el reto de prosperidad para todos los mexicanos, si tenemos regiones donde prevalece el cacicazgo, la opresión y los privilegios para unos cuantos?

 

¿Cómo lograr una nueva cultura de respeto por la legalidad y el Estado de Derecho, si no estamos dando una batalla frontal contra la corrupción, la inseguridad y la impunidad?

 

¿Cómo salir del círculo vicioso de la violencia?

 

¿Qué debemos hacer ante la realidad que nos enfrenta a una sociedad y sus instituciones permeadas por la corrupción, la falta de valores y la cultura del privilegio?

 

El dirigente empresarial se responde a sí mismo: ¡La confianza, Apá, la confianza! “La confianza como condición necesaria para la prosperidad”. Y define:

 

La confianza es la esperanza firme que se tiene de alguien o algo; es la esperanza de que la vida en común pueda darse de manera armónica, pacífica y justa, y si ésta falla, la sociedad pierde su capacidad creadora, su solidaridad y su potencial de construir en conjunto una mejor nación.

 

México tiene hoy la gran oportunidad de dar el salto a una nación de progreso, de equidad y paz.

 

La prosperidad la podemos lograr con políticas públicas que preserven nuestras variables económicas, que promuevan la empresa y el empleo, que disminuyan nuestros costos transaccionales de llevar adelante un negocio y así, ser más productivos y generar empleos mejor remunerados.

 

Sin embargo, sólo podremos alcanzar este escenario si partimos de la base de la confianza entre nosotros, y la confianza en las instituciones que, como sociedad, hemos decidido darnos para vivir en común.

 

Necesitamos confiar unos en otros. Tristemente, hoy 7 de cada 10 mexicanos no lo hace. Necesitamos tener confianza para salir a nuestras calles.

 

Necesitamos confianza de expresar nuestras opiniones sin temor a ser agredidos.

 

Necesitamos confianza para construir negocios y empresas.

 

Necesitamos confianza en nuestros gobernantes, nuestros policías y todo el sistema de impartición y administración de la justicia.

 

¡Ahí está la receta mágica! Ah, es del chef Juan Pablo Castañón, presidente de la Coparmex, quien cuando despertó del segundo sueño -el primero fue hace 85 años- se dio un santo porrazo.

 

AGENDA PREVIA

 

Dice el senador Emilio Gamboa que tenemos que avanzar en la cultura del respeto a los derechos fundamentales. Promete que con el mismo compromiso y método de trabajo que “nos ha permitido hacer de esta LXII Legislatura una de las más productivas, sabremos privilegiar la política y así encontrar el perfil más apto para enfrentar con éxito los retos que en materia de derechos humanos conlleva la transformación nacional que encabeza el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto”.