El cuadrangular salvador sí llegó al final de la Serie Mundial, más allá de que Madison Bumgarner sometió al último bateador de los reales de Kansas City y dejó en tercera base la carrera que hubiera representado el agónico empate.

 

Sin ese cierre de juego, estaríamos hablando de la Serie Mundial con peor audiencia en los Estados Unidos, algo muy difícil de asimilar para el deporte calificado como National Game. Ni la serie que se había extendido a seis partidos, ni el derroche de hazañas de Bumgarner, ni el halo de sorpresa que acompañaba a dos novenas que avanzaron como comodines, había dado resultado: la Serie Mundial apenas había sido atendida en la Unión Americana, con ratings aproximados de 12 millones de personas por partido.

 

World Series Giants R_Ramí

 

¿La razón? Muchos dicen que fue el no tener a algunos de los equipos más mediáticos como Medias Rojas o Yanquis, lo cual parece injusto, toda vez que la victoria convierte a los Gigantes de San Francisco en la novena más hegemónica en 15 años, cuando los Mulos de Manhattan ganaron tres al hilo. Sin duda, tres títulos de cinco disputados sería suficiente argumento para dar relieve al evento y estar familiarizados con los Gigantes. Otros afirman que las grandes ventajas en cinco encuentros de la serie (definidas por cinco o más carreras) restaron emoción.

 

Más allá de la celebridad o interés que estos representativos generan, hay un factor ineludible: que el beisbol ha cedido terreno a otros deportes y, sobre todo, que ya no es tan factible amarrar al auditorio al televisor durante 21 horas distribuidas en siete sesiones durante nueve días (con una generación tan dispersa y multitasking, parece lógico que la Serie Mundial fuera atestiguada por más adultos que jóvenes…, como lo es que la mayoría se esperara al choque final para prestar atención).

 

En el mismo año que el Super Tazón ha impuesto récord al alza con 111 millones de televidentes, la Serie Mundial sólo salió de su crisis en la definición, aunque ni sumando las audiencias de los siete partidos se acerca a la cifra conquistada por la final de la NFL.

 

El National Game acaso empieza a dejar de serlo. No es cuestión de calidad: es una curva inevitable que el Clásico de Otoño no ha podido remediar.

 

Otro clásico, éste de un deporte distinto, con muchísimo menor nivel de importancia y con circunstancias totalmente diferentes, tiende a ser este sábado el evento futbolístico más seguido en México desde que terminó el Mundial de Brasil. América y Chivas llegan bajo situaciones opuestas, pero bien saben que lograrán cifras inaccesibles quizá hasta para la misma final del torneo.

 

Como con el Clásico de Otoño, no es cuestión de justicia y no obedece al nivel que finalmente se muestre, sino a simples hábitos.

 

¿Que el rating es relativo? Sí, pero a falta de algo mejor, es asumido como verdad única. Y más allá de los errores o imprecisiones de medición que puedan darse, es un hecho que el Clásico de Otoño ya no suscita en la Unión Americana lo que suscitaba antes durante siete partidos, como que el clásico nacional, pese a todo el desastre que haga alguno de sus contendientes como ahora Chivas, sigue siendo imperdible en nuestro país.

 

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