Un equipo que tiene menos partidos en Primera División que la abrumadora mayoría de los futbolistas que participan en la presente Champions League. Para ser precisos, la actual es apenas su cuarta temporada en el máximo circuito búlgaro.

 

Un equipo que nació en junio de 2001, cuando futbolistas todavía en boga en esta Liga de Campeones como Iker Casillas, Xavi Hernández, Andrea Pirlo, Steven Gerrard, Frank Lampard y Zlatan Ibrahimovic, ya acaparaban reflectores.

 

Un equipo que apenas en 2006 ascendió de cuarta categoría (amateur) a tercera (semiprofesional), sin poder sospechar que al cabo de menos de una década sería la fuerza más dominante del futbol de su país y estaría recibiendo en noches de Champions a instituciones legendarias como Real Madrid o Liverpool.

 

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Es el Ludogorets Razgrad de Bulgaria, que enfrenta este miércoles al conjunto merengue. El resto de la historia va todavía más rápido: estando en Tercera, aprovechó un donativo por 25 mil euros y subió a Segunda; entonces el monto invertido por ese mismo empresario incrementó a 250 mil euros (ahora sí bajo la condición de encabezar la directiva) y ascendió a Primera; era verano de 2011 y el llamado Grupo A del balompié búlgaro tenía un debutante, el cual levantaría al cabo de unos meses los tres trofeos domésticos: liga, copa y supercopa; otro año más, y otra liga; otro, y de nuevo el triplete. Por entonces disputó su primera Europa League y se impuso a clubes como PSV Eindhoven o Lazio.

 

En resumen, que tres años han bastado al Ludogorets para arrebatar a sus sinodales prácticamente todo e incrustarse en el panorama continental.

 

Sin embargo, el cuento de hadas de esta escuadra que representa a una ciudad de 33 mil habitantes (Razgrad, a 70 kilómetros de la frontera con Rumania que marca el río Danubio y a 120 kilómetros del mar Negro), todavía estaba por vivir su momento más intenso.

 

Disputaba ante sus vecinos del Steaua Bucarest, alguna vez monarca europeo, un sitio en la actual Champions League. Al minuto 85 se mantenía el empate a cero que daría la calificación a los visitantes en virtud de su triunfo 1-0 en la ida. Cristaldo Farías, uno de esos futbolistas brasileños que parecen destinados a vagar por ligas de medio pelo y mantenerse sin ser conocidos en su país, entró a la cancha. Fue al minuto 90 cuando anotó el tanto del empate, con una soberbia volea, y forzó los tiempos extra.

 

Todavía faltaba más, muchísimo más. A segundos de la tanda de penales, el guardameta Vladislav Stoyanov resultó expulsado. Ya no había cambios. Los jugadores se miraban incrédulos e impotentes ante el infortunio. Cosmin Monti, defensor nacido precisamente en Rumania y cuya carrera había venido a menos, pidió la camiseta al portero suplente. Él mismo anotó el primer penal y después detuvo dos: el Ludogorets estaba en su primera Liga de Campeones de Europa. La cenicienta del Mar Negro posponía las 12 de la noche en su reloj.

 

Este miércoles, recibirá en el estadio Vasil Levski de Sofía al Real Madrid, toda vez que su escenario, con aforo para apenas ocho mil aficionados, no reúne las condiciones exigidas por la UEFA.

 

Son casi cinco horas en coche el trayecto necesario para llegar hasta Sofía desde Razgrad, en la región del “Bosque salvaje” (de hecho, así se traduce el nombre Ludogorets), pero la ocasión amerita eso y mucho más.

 

Basta con pensar que apenas en 2001 el club no existía, que apenas en 2005 era amateur, que apenas en 2011 estaba en segunda, para recorrer el Danubio completo y disfrutar de semejante noche de gala.

 

 

 

 

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