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¿En verdad hay tiempo para ser libres, o es que sólo vivimos la libertad mientras nos desplazamos por el subterráneo cuando las agallas nos alcanzan para ahorrarnos el precio del torniquete? ¿Quién robó nuestra historia, quién hizo que olvidáramos el verdadero significado de la palabra México? Será que mientras estábamos librando una aventura en la Luna, los otros —nosotros mismos— saqueaban nuestro propio origen.

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Ai Weiwei sabe bien de robos y saqueos. Los ha vivido desde el mismo día de su nacimiento, en un país (China) que, como el resto, vive librando su propio cáncer; tratando de dosificar sus males en horas de trabajo, con un salario que para lo que sí alcanza es para la reflexión de su gran problema y claro, para seguir trabajando. El nombre de este artista y activista político es un referente desde hace ya algunos años debido a las dificultades a las que se ha enfrentado, desafiando el alcance de lo judicial ante, quizá, la falta más grave y por la que siempre se le ha acusado: abrir la boca no sólo para ingerir comida, sino para hacer reclamos hacia todas direcciones. Incluso hacia él mismo.

En julio pasado este residente chino, que a menudo causa controversia en sus cuentas de redes sociales por su contenido transgresor y políticamente incorrecto, lanzó al empolvado mundo editorial Weiwei-ismos (Tusquets, 2014), un ejemplar dorado, de formato poco convencional, en el que reposan algunos de sus pensamientos que ahora mismo navegan en las redes del turbio y bien vigilado océano cibernético; además de una compilación de frases que dan cabida a la cuestión propia y al contexto actual en el que vivimos. Y es ahí, entre posturas criticas afines a lo social, lo político y lo artístico, principalmente, en donde surge la idea central de este texto: “Tus propios actos le dicen al mundo quién eres y qué tipo de sociedad crees que debería ser”.

El límite. Siempre se ha vivido en los límites del saqueo y los abusos de poder. El límite de la violencia, el límite de los confines climáticos, y pensando que ese límite algún día alcanzará su límite, la humanidad circunda entre cuestionamientos que pocas veces pueden ser expresados de maneras que no alteren el orden de la paz pública. Y ésta es una de esas, el pretexto: 12 cabezas de animales esculpidas en bronce y con un peso que rebasa los 300 kilogramos cada una: el Zodíaco chino elaborado-reinterpretado por Ai Weiwei. Esta representación de lo simbólico enmarca más que una exposición de arte contemporáneo. Señala y recalca con énfasis el contenido histórico de los saqueos producto de guerras e invasiones.

Y qué mejor lugar y momento para la muestra que en el marco de los festejos, no sólo de la “patria” y su “independencia”, sino de los cincuenta años del Museo Nacional de Antropología e Historia (fundado en 1964). El patio central del recinto alberga las reinterpretaciones de las cabezas que, hasta mediados del siglo XIX, permanecieron en los “Jardines del resplandor perfecto”, antes de que fueran hurtadas por las tropas europeas —conformadas por los ejércitos franceses e ingleses— que salieron avante en la disputa por comercializar el opio, en la llamada “Guerra del Opio”.

La muestra surge en 2010 como un reclamo al gobierno de Xi Jinping, actual presidente de la República Popular China, y en general a todas las generaciones de gobernantes o no, que han ostentado la libertad de reclamo y que sólo han expresado silencio ante acontecimientos que inmiscuyen a toda la sociedad, independientemente del cargo y rol que desempeñen dentro de ella. Para Ai Weiwei, tanto el artista como el obrero tienen que ser obsesos y cuestionar el actuar de sus gobernantes, ya que, según él, “la autocensura es insultante para uno mismo. La timidez lo es en un grado aún más lastimoso”.

Con algunos tropiezos en cuestiones de organización y en tiempos, la exposiciónCírculo de Animales / Cabezas del Zodiaco permanecerá en la explanada principal del museo, como si resguardaran los lazos deplorables que nos unen como naciones sentidas de la misma discapacidad, la libertad de expresión, hasta el mes de diciembre del presente año, para después ser trasladada a la Universidad de Harvard.