TEHERÁN. Las “patrullas de castidad”, creadas por un grupo paramilitar iraní para controlar que las mujeres vayan “bien cubiertas”, es el último gesto de los sectores más radicales para combatir lo que consideran “debilidad” del gobierno del moderado Hasán Rohaní.

 

Desde comienzos del verano, cuando las iraníes más modernas se permiten un timidísimo “destape” (velos que cubren el pelo más transparentes y ligeros, mangas ligeramente acortadas pero siempre por debajo del codo) para afrontar el calor, hay manifestaciones de los más conservadores para exigir la imposición del “buen hiyab”, más ajustado a una estricta interpretación del código islámico.

 

 

Pero el grupo Ansar-e Hizbulá ha ido aún más lejos y ha organizado patrullas callejeras en Teherán para controlar la moralidad de las mujeres, especialmente de las jóvenes, más relajadas en lo referente a cumplir con el legalmente obligado hiyab, que exige tapar todo el cuerpo excepto la cara, manos y pies.

 

 

Este grupo paramilitar -que cuenta con apoyo del líder supremo, ayatolá Alí Jameneí- afirma haber formado y puesto en marcha “docenas de grupos para disfrutar del bien y prohibir el mal” en los que participan cuatro mil de sus miembros vestidos de paisano: tres mil mujeres y mil hombres.

 

 

Su objetivo es recorrer las calles para “advertir” e intimidar a aquellas personas que, según su opinión, violan las normas de “decencia” exigidas en la República Islámica.

 

 

Según declaró recientemente el secretario general de Ansar-e Hizbulá, Abdolhamid Mohtasham, es necesario “aplastar a aquellos que extienden la corrupción”, puesto que “se sienten envalentonados gracias al clima de tolerancia del gobierno” que ha provocado “un equivocado desequilibrio” en la sociedad en la que “el peso de los corruptos ha cambiado en detrimento de los religiosos”.

 

 

“La operación en Teherán será extensiva y el volumen de operaciones será alto”, dijo, orgulloso, Mohtasham, que también anunció que la iniciativa se extenderá al resto del país.

 

 

Esta radical medida surge poco después de que el presidente Rohaní, que ganó las elecciones tras prometer mayores libertades sociales, señalara en un discurso que no es posible imponer a la gente un comportamiento social.

 

 

“Esto es una dictadura religiosa”, se queja Saide, residente en Teherán de 29 años que lleva el velo del pelo como lo hacen muchas jóvenes, dejando a la vista buena parte de su cabello.

 

 

Su compañera de estudios Sharshané, de 26 años, cree que “con este acto solo demuestran que no respetan a la gente. Cada persona debería poder vestirse como quiera”, un pensamiento que cada vez se extiende más en un país con una población mayoritariamente joven.

 

 

La presencia de más de cuatro mil radicales en las calles que no responden a ninguna autoridad oficial, no hará más que complicar la situación para las que entienden el concepto de hiyab de una forma más laxa y acorde con sus creencias.

 

 

El ministro de Interior, Abdolreza Rahmaní-Fazlí, reaccionó esta semana al anuncio y advirtió de que responderá como corresponda a estas patrullas no autorizadas, que necesitan de una autorización oficial para funcionar, con la que no cuentan.

 

 

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