Cuando Gabriela Ramírez supo que estaba embarazada de su primer hijo decidió tener una cesárea, aunque no la necesitaba. Había escuchado historias de horror de su madre por los tres partos que tuvo y no quería nada de eso. Igual que ella, en México casi la mitad de las mujeres de todos los estratos sociales ha tenido cesáreas.

 

El país ocupa el cuarto lugar en el mundo con el mayor número de cesáreas sin urgencia médica, después de China, Brasil y Estados Unidos. Este procedimiento se ideó para madres en riesgo y consiste en sacar al bebé con una incisión quirúrgica en el abdomen y el útero.

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que sólo uno de cada 10 nacimientos sean por este método. Esto, debido a que la práctica de cesáreas sin necesidad médica aumenta tres veces el riesgo de que las mujeres mueran o se enfermen e incrementa la posibilidad de que el recién nacido tenga problemas respiratorios.

 

En México, sin embargo, existe un boom en torno a esta práctica. La falta de información sobre las opciones de parto natural, y el interés de hospitales privados y doctores que pueden obtener altas ganancias han hecho que la mayoría de los partos sea por cesárea.

 

Nueve de cada 10 partos en hospitales privados y cuatro de cada 10 en los públicos son por cesárea, según las cifras del Sistema Nacional de Información en Salud (SINAIS).

 

“Las cifras no tienen justificación,” dice el doctor Christian Bayron Mera, obstetra particular y director del Hospital Materno-Infantil Vicente Guerrero en el Estado de México, “80% de las madres podría tener un parto natural. Y hay más probabilidad de que una mujer tenga complicaciones después de una cesárea.”

 

El primer hijo de Gabriela Ramírez nació en enero de 2010 por cesárea.  A pesar de lo que pensaba, su parto fue un desastre. Entró en un hospital privado donde nadie le explicó el procedimiento. “Me sentía como una vaca. Te desnudan toda, te limpian y te meten mil cosas. Y luego alguien se me trepó para hacer presión y bajar al bebé”. Quedó traumatizada, con depresión postparto y sin poder amamantar a su hijo. Cuando se quejaba, las enfermeras le decían “Ni Modo”.

 

“El Sector Salud no se ha preocupado en crear campañas que informen a las madres sobre lo que implica una cesárea,” dice Xaviera Cabada de la organización civil El Poder del Consumidor.

 

Factor económico 

 

Mucho tiene que ver los incentivos económicos en el aumento de cesáreas porque son fácilmente agendadas y ejecutadas. Los hospitales privados cobran hasta 100 mil pesos por una cesárea con una inversión de tiempo máximo de dos horas para el médico.  Mientras que en un parto natural el obstetra puede invertir un promedio de 18 horas y cobrar 20 mil pesos. Los cinco estados donde más cesáreas se practican son Yucatán, Nuevo León, Distrito Federal, Sinaloa y Tlaxcala.

 

Factores culturales también han contribuido a propagar esta epidemia en México. Las imágenes de mujeres demasiado estéticas durante el embarazo y campañas publicitarias que fomentan una idea de cómo debería ser el cuerpo de la madre después del parto han llevado a muchas a pensar que una cesárea les asegurará los cuerpos perfectos que aparecen en los anuncios.

 

“Hollywood nos enseña que parir es romper la fuente, salimos corriendo, el Apocalipsis se detiene y empiezan los pujidos. Eso no es el parto,” dice Jackie Filoteo, quien ha trabajado en México como partera y desde hace seis años como doula, es decir, una profesional con experiencia en partos que ayuda a los padres durante el nacimiento.

 

¿Y los hospitales públicos? 

 

La Secretaría de Salud ha establecido un máximo de 20% de cesáreas en las instituciones públicas. Sin embargo, 33% de todos los nacimientos en estos hospitales son por cesárea y cada año aumenta el porcentaje. En el ISSSTE, por ejemplo, siete de cada 10 infantes nacen mediante un procedimiento quirúrgico.

 

La razón de esta alta estadística es diferente entre los hospitales públicos. Aunque para el gobierno es más costoso practicar una cesárea que un parto vaginal, la falta de camas y de doctores en las instituciones públicas son el factor determinante. Se estima que hay un déficit de 50% en camas y doctores.  Para asistir a toda su población materna, los hospitales tienen que completar partos rápidos y la opción es siempre una cesárea.

 

Si sólo el IMSS, que atiende a tres de cada 10 madres que recurren al sector de salud público, logrará reducir su práctica de cesárea a 1 por cada 10 nacimientos como recomienda la OMS, se generaría un ahorro anual de más de tres mil millones de pesos. Cada cesárea le cuesta al estado 21 mil 600 pesos, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012.

 

“Toda mujer necesita una partera, algunas necesitan un obstetra”

 

El Hospital Materno-Infantil Vicente Guerrero en el Estado de México atiende 18 partos al día pero sólo cuenta con cinco camas. Su infraestructura está saturada por el alto nivel de población que requiere sus servicios. Para superar estas necesidades, el doctor Christian ha introducido un modelo que consiste en utilizar obstetras, parteras tradicionales, doulas y enfermeras perinatales. Para el médico el uso de estos profesionales es efectivo para su hospital ya que tratan los partos menos complicados y el gineco-obsetra se enfoca en partos de alto riesgo.

 

Jackie Filoteo es una de las doulas que trabajan en el Hospital Vicente Guerrero. Con seis años de experiencia como partera y doula asegura que existen varias técnicas para mejorar un parto. Por ejemplo situar a las mamas en diferentes posiciones puede acortar el tiempo del nacimiento.

 

“Una partera puede hacerse cargo fácilmente de todos los casos en donde no hay un riesgo inminente,” afirma Filoteo.

 

Hace ochos meses Gabriela tuvo a su segundo hijo. Esta vez intentó tener un parto natural. Su doula era Jackie Filoteo. Sin embargo, al final su situación se volvió delicada: su presión se elevó y fue necesario practicar una cesárea.

 

Jackie, su doula, pasó todo el proceso a su lado. Le puso aromaterapia y música en el quirófano y le explicaba cada movimiento que realizaban los doctores. “Aquí me sentí como un ser humano, en la otra como una vaca,” afirma la mamá por segunda vez.