PARÍS. Francia se prepara para estrenar un nuevo Gobierno tras la dimisión sorpresa del ejecutivo presentada ayer por el primer ministro socialista, Manuel Valls, al presidente François Hollande, quien le ha encargado formar un nuevo equipo “en coherencia” con las orientaciones que él ha definido para el país.

 

El ejecutivo formado por Valls en abril, tras la derrota socialista en las elecciones municipales, se rompió tras un agitado fin de semana en el que el ministro de Economía, Arnaud Montebourg, y el de Educación, Benoît Hamon, criticaron la política de austeridad económica del Gobierno y pidieron un giro radical.

 

 

El asunto es delicado pues el ministro de Economía en funciones quedó en tercera posición en las primarias socialistas para las presidenciales de 2012, con un 17% de los votos, lo que le valió una primera cartera, la Reconstrucción Productiva, en el Gobierno de Hollande, con Jean-Marc Ayrault como primer ministro.

 

 

El encargo presidencial confirma a Valls al frente del Ejecutivo, puesto que es él quien debe encontrar sustituto o sustitutos adecuados, para aplicar sin más disidencias sus directivas económicas.

 

 

Valls, cada vez más cerca en los sondeos de Hollande, quien bate el récord del presidente más impopular de la V República, ha de consolidar en pocas horas un equipo que defienda sin falla el criticado plan de recortes presupuestarios de 50 mil millones de euros en tres años.

 

 

Un plan que prevé congelar pensiones, salarios de funcionarios y ciertos servicios públicos; financiar 30 mil millones de euros de reducción de cotizaciones patronales y cumplir con el compromiso de déficit de Francia con la Comisión Europea del 3% del producto interior bruto en 2015, en armonía con la política de la canciller alemana, Angela Merkel.

 

 

Cambio de timón necesario, según algunos líderes del primer partido de la oposición, la Unión por un Movimiento Popular, convencidos de que esta crisis llevará a los socialistas a perder la mayoría parlamentaria y a tener que convocar elecciones prematuramente.

 

 

La diputada ultraderechista europea, Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional, el partido más votado en Francia en las elecciones europeas de mayo, pidió la disolución de la Asamblea, para “darles la palabra a los franceses” que, asegura, son contrarios a la “sumisión a la Unión Europea”.

 

 

En plena erupción gubernamental, Hollande mantuvo su agenda del día, centrada en la conmemoración del 70 aniversario de Liberación de los nazis en la II Guerra Mundial.

 

 

Mientras tanto, Valls, en busca de su nuevo Gobierno, recibía sucesivamente a todos los ministros dimitidos, incluido Montebourg, y a otras personalidades políticas, tras haberse reunido durante una hora con Hollande en el Elíseo, poco antes de que se divulgase el comunicado anunciando la dimisión del Gobierno.

 

 

Al apellido Montebourg, como saliente en el gobierno, se le unen los de los ministros de Educación y Cultura, Benoît Hamon y Aurélie Filippetti, respectivaente.

 

 

El ministro antiglobalización

 

 

PARÍS. Aranud Montebourg, licenciado en Derecho y en Políticas, hispanohablante y padre de dos hijos, ha sido la voz más clara del Ejecutivo galo contra la austeridad promulgada por la Comisión Europea y contra la política monetaria del Banco Central Europeo, que según su análisis ha propiciado un euro muy caro que dificulta las exportaciones francesas.

 

 

Este sábado, en la entrevista al periódico Le Monde, que ha terminado destruyendo el primer ejecutivo de Valls, Montebourg, hasta ayer ministro de Economía, instaba a dejar en segundo plano la reducción del déficit público a toda costa, a “subir la voz” con “la derecha alemana” de Merkel, que “ha impuesto a toda Europa la política de austeridad”, y alertaba del “grave riesgo de deflación” en la zona euro.

 

Montebourg ha ejercido durante más de dos años como “electrón libre” en el gobierno de Francia, oponiéndose abiertamente a decisiones económicas del ejecutivo y reclamando un cambio de política de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo.

 

Sus críticas hacia la austeridad determinada por Alemania han colmado el vaso de la paciencia del primer ministro y del jefe del Estado.

 

Montebourg ocupó el tercer puesto en las elecciones primarias de su partido para designar al candidato a las presidenciales de 2012, por detrás del victorioso Hollande y de Martine Aubry.
Adalid de un “patriotismo industrial” que ha quedado simbolizado con su impulso al concepto de “Made in France”, Montebourg mantuvo una tensa relación con Ayrault, un político poco dado a las salidas de tono de su ministro.

 

Ya entonces rozó la salida del Gobierno, pero su discurso de izquierda antiglobalizadora y de patriotismo económico le convertían en un contrapeso al progresivo viraje de Hollande hacia una política económica próxima a los postulados de Bruselas.

 

Reaccionó pública y ferozmente contra algunos grandes industriales que cerraban fábricas en Francia, como la siderúrgica Arcelor Mittal en los altos hornos de Florange, o el grupo Titan, que producía neumáticos Goodyear en territorio francés.

 

Pero quizá su enfrentamiento más sonado tuvo que ver con la venta del grupo industrial Alstom a la multinacional estadunidense General Electric, anuncio que llegó sin aparente conocimiento del ministro de Industria, que se esforzó por privilegiar “in extremis” un acuerdo de la empresa francesa con la alemana Siemens. A pesar de los esfuerzos de Montebourg, General Electric terminó comprando la parte de Alstom dedicada a la energía, aunque el Estado francés entró al accionariado del nuevo grupo.

 

Queda por conocer el futuro político de Montebourg y si intentará erigirse como estandarte del descontento socialista, con los ojos puestos en las elecciones presidenciales de 2017.