El vaso está medio lleno y no medio vacío.

 

Me explico. El fichaje de Francisco Guillermo Ochoa por el Málaga puede ser visto bajo dos ópticas: la optimista, admitiendo la obviedad de que es muchísimo más importante un equipo consolidado de la liga española, que el más humilde de la francesa; la pesimista, que tras un memorable desempeño en Brasil 2014 y al no requerir del pago de un traspaso, muchos intuyeron que el meta tricolor llegaría a un gigante de los que acceden cada año a Champions League.

 

Sin embargo, el salto sigue siendo muy relevante. No existe comparación en el nivel y proyección de estas dos ligas, así como tampoco en el rol que desempeñan los malacitanos en España en relación al permanente sufrimiento del ya descendido Ajaccio en Francia.

 

Durante dos campañas, Memo fue el héroe que mantuvo al conjunto corso en la primera división gala, al tiempo que en el tercero nada bastó, y los isleños fueron los peores de la Ligue 1 en todo.

 

El Málaga ha vivido momentos muy variados en las últimas décadas: una centenaria historia se vio interrumpida a inicios de los noventa por bancarrota, a lo que siguió una refundación, bajo otro nombre, en cuarta categoría. Poco a poco se fortaleció el nuevo proyecto y volvió a primera, hasta que un jeque qatarí, Abdullah ben Nasser al-Thani, compró al club e hizo pensar que un Manchester City o Chelsea emergería en la glamorosa Costa del Sol. 36 millones de euros había pagado por el equipo, en un convenio que le hacía heredero de las deudas de la institución.

 

Pronto hizo llegar al director técnico Manuel Pellegrini, hasta poco antes en el banquillo del Real Madrid, lo mismo que un desembolso sin precedentes en España para quien no vista de merengue, blaugrana o colchonero. Casi cien millones de euros para llevar al estadio La Rosaleda a Julio Baptista, Martín Demichelis, Joaquín, Jeremy Toulalan, Santi Cazorla, Roque Santa Cruz, Ruud van Nistelrooy, Isco, Enzo Maresca. Y los resultados fueron inmediatos con la clasificación a la Liga de Campeones para la 2012-13

 

Se hablaba de un futurista escenario a denominarse Qatar Stadium, se pretendía rivalizar ya con Madrid y Barcelona, se aseguraba que todo futbolista podía ser seducido por los petrodólares del Málaga, tal como en ese instante demostraba el primo de este millonario en el París Saint Germain.

 

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Y mientras todo eso acontecía, el Málaga empezó a desfondarse sin la menor insinuación previa: el estelar Santi Cazorla fue vendido al Arsenal, Pellegrini amagó con renunciar, el magnate contrajo deudas con otros equipos por contrataciones recientes así como con la plantilla por sueldos.

 

Bajo ese clima, el Málaga arañó las semifinales de Champions League, al caer en tiempo de compensación con un gol en fuera de lugar del Borussia Dortmund.

 

A quince meses de ese instante mágico, el Málaga posee un plantel mucho más discreto, aunque todavía competitivo para estándares españoles. Con eso ha de bastarle para no pasar sustos de descenso y para arañar puestos europeos (que, con el presupuesto actual, sería espléndido).

 

La apuesta de Ochoa debe de ser tomar al conjunto boquerón como un escalón más hacia un grande. Su edad y nivel lo permiten. Claro, el brinco tras el Mundial pudo haber sido de dos escalones, pero paso a paso. Al llegar gratis, supongo que habrá impuesto en su contrato cláusulas favorables para salir a más importante puerto de brotar la ocasión.

 

Existirán todo tipo de opiniones, pero este vaso malagueño yo lo veo medio lleno. Ochoa triunfará en Málaga, como ha triunfado en Ajaccio y como ha triunfado en Brasil 2014.

 

 

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