Si el debate de la portería mexicana no se zanjó cuando el seleccionador eligió guardameta titular, tenía que haber sido de sobra cerrado cuando el desempeño de su escogido resultó tan explosiva e indiscutiblemente brillante en Brasil 2014.

 

Visto el banquete de atajadas y reflejos de Francisco Guillermo Ochoa, ninguna necesidad había de regresar al pasado, de retomar polémicas, de hacer público lo que había sido privado (inclusive a oídos de muchos elementos del plantel tricolor) y así debía quedar.

 

Claro está que si algún mexicano hubiera terminado el Mundial con la mínima queja por las actuaciones de Ochoa, entonces el regreso a la controversia habría tenido cierto sentido, hubiera sido automático, pero nada más lejano de la realidad. Con su impecabilidad y espectacularidad, Memo le dio absoluta razón a Herrera al grado de que los periodistas internacionales preguntaban a los mexicanos: ¿Cómo es posible que la titularidad de Ochoa se discutiera? A lo que la respuesta obvia era que tantas garantías suele ofrecer Corona.

 

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Sin embargo, Miguel Herrera reveló a Leo Zuckerman las palabras que rodearon a ese momento. Como si las aguas no hubiesen quedado tranquilas cuando manifestó antes del debut aquello de que los había reunido y dicho a la cara su decisión, añadió pólvora a la mezcla; pólvora por demás innecesaria: ya era asunto pasado, ya era tema no cuestionado, ya era un obstáculo por demás superado.

 

Se equivocó Herrera. Y se equivocó, sobre todo, porque en tamaña exposición mediática que tiene tarde o temprano se ha de equivocar.

 

Lo anterior, escrito por un reportero que, como la mayoría, se ha visto plenamente beneficiado por la apertura del seleccionador nacional a hablar, a colaborar con los medios, a estar siempre dispuesto a hacernos fácil el trabajo.

 

Si la prensa deportiva se habituó en la etapa de Chepo de la Torre a que sólo se escuchaba al estratega en conferencia de prensa, con Miguel eso cambió en automático, a lo que se añadió su asistencia constante a todo tipo de programas y eventos.

 

Herrera fue ideal en la circunstancia padecida a fines del desastroso 2013, en esa mezcla de contrarreloj y carrera de cien metros. Herrera ahora tiene que hacerse ideal para un camino de cuatro años que desemboca en Rusia 2018, carrera de fondo que demanda resistencia, administración y capacidad de supervivencia.

 

Parte de ese hacerse ideal va a radicar en el manejo de su imagen, en cierta dosificación de sus apariciones o exposición.

 

Lo último que puede inferirse de lo hasta aquí dicho, es que un gran profesional como Leo Zuckerman tenga cierta culpa. Al contrario. Es Miguel el que necesita aprovechar esta enseñanza para no viciar el ambiente de un plantel que brilló precisamente por eso. El jugador debe de sentirse tranquilo en el sentido de que lo que pase adentro no llegará afuera por alguna declaración del seleccionador.

 

Corona no ha mentido, existen códigos, y ojalá que con eso se cierre un tema que en el primer vuelo de Ochoa contra Brasil tenía que haberse cerrado.

 

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