Eran las 9 de la mañana del sábado 4 de julio. Policías federales vigilaban un evento presidencial en un hotel del centro de la ciudad. Un servicio de rutina como muchos otros, hasta que algo cambió. Una mujer desesperada gritaba: ¡se quema el edificio y hay niños atrapados!… ¡ayúdenme por favor!

 

“Eres mi héroe papa, y yo también quiero ser policía cuando sea grande”, fueron las palabras que la noche de ese mismo día recuerda de su hijo el sargento segundo Adam Hernández Bautista, uno de los cuatro federales que abandonaron su puesto sin pensarlo, para ir al rescate de los niños atrapados en el departamento en llamas.

 

Y es que en la Policía Federal, que festeja estos días su 86 aniversario de existencia, hay historias de abusos y corrupción, pero también las hay, y quizás más aunque menos contadas, de miles de uniformados que a diario cumplen con su deber y que en ocasiones, les toca convertirse en héroes.

 

Una de esas situaciones fue precisamente la de la mañana de 4 de julio en el centro de la Ciudad de México, donde los agentes privilegiaron salvar la vida de unos niños, que mantenerse en el perímetro de la seguridad del Presidente. “Proteger y servir a la comunidad es nuestro lema”, recordó uno de ellos.

 

La emergencia

 

En el edificio de tres pisos era evidente que algo no andaba bien cuando las voces de unos niños escapaban desesperadas por la puerta metálica del departamento de la planta baja. Los vecinos no tardaron en percatarse que ocurría: salía humo por las rendijas de la entrada, y al parecer, no había forma de abrirla.

 

Al mismo tiempo, los cuatro federales, todos con formación en el Ejército pero que decidieron incorporarse a la Policía Federal hace unos años, participaban en el típico dispositivo súper reforzado de vigilancia del Estado Mayor Presidencial cuando hay un evento del primer mandatario.

 

Pedro Navarro Ramos y José Luis Atempa Espinoza, dos de esos agentes, cumplían con la instrucción del mando de permanecer firmes, cuando fueron alcanzados por la mujer que les alertó del incendio. No dudaron ni un momento en qué hacer.

 

“Por la primicia de la situación no solicitamos instrucciones a nadie y procedimos inmediatamente… llamamos al 066 de emergencias y nos dicen que venían ya los bomberos, pero nosotros teníamos que actuar de inmediato porque los niños se escuchaban desesperados, lloraban y gritaban”, recuerda Atempa.

 

Eran cinco menores atrapados, tres niñas y dos niños de 4 a 9 años de edad. Los policías no lo sabrían hasta que todo terminó, pero intuían que la tragedia podría ser mayúscula. Al percatarse que sus compañeros se movían de su puesto, otros dos agentes, el sargento Hernández y el policía tercero Luis Alberto López González, preguntaron a los curiosos qué sucedía.

 

“Ya después daríamos parte (informe) a los mandos, pero aquí actuar era lo primero”, subrayó Hernández.

 

 

Dos equipos

 

Lo cuatro policías que llegaron al sitio se dividieron en dos. Atempa y Navarro subieron a la azotea para ver si desde ahí era posible bajar por el cubículo del patio interior, pero el descenso resultaba complejo y sobre todo tardado. No contaban con tiempo extra. López y Hernández verificaron la puerta de entrada, que estaba cerrada con llave.

 

“El humo ya era muy intenso, no había ni ventanas por las cuales ingresar. Los gritos eran desesperados” señaló Atempa. “Le digo a un señor que me consiguiera un marro para derribar la puerta y poder entrar porque no podíamos esperar más, estábamos dispuestos a todo por salvarlos”, añadió González.

 

Por esas coincidencias que ocurren, recuerda el oficial Navarro, justo en el momento en que llegó un vecino con un marro, apareció la madre de los menores desesperada con las llaves, para abrir la puerta del departamento. Los policías le pidieron a otro vecino que la retuviera, pues en su estado sería más obstáculo que ayuda.

 

Sin mascarillas protectoras, trajes antifuego, ni otro recurso más que su valentía y preparación, los oficiales entraron al departamento para rescatar a los niños cuando ya se desvanecían.

 

“Se estaba incendiando un colchón de una de las recámaras. Era un departamento chico, apenas la estancia con una o dos recámaras y en una de las recámaras era un incendio. Había una ventana a un patiecito solamente pero el humo era demasiado. Los niños ya comenzaban a desvanecerse, no se veían muy despiertos, estaban a punto de asfixiarse”, recuerda Atempa.

 

Sacar a los niños no les llevó a él y sus compañeros más de 60 segundos. Cuando salieron del departamento ya estaban llegando los paramédicos quienes revisaron a los menores, y determinaron que más allá del susto y de la irritación en boca y garganta, estaban bien. La madre de los niños, que los había dejado encerrados bajo llave, aun yacía nerviosa, sin saber quiénes habían evitado su tragedia.

 

“Para nosotros lo importante era salvar a los niños y ya, no los aplausos ni reconocimientos. Nosotros para eso estamos, para servir y proteger”, subraya Hernández.

 

Ven confianza

 

Una semana después del rescate, el policía Luis López reflexiona sobre la realidad de la Policía Federal. Consciente de que compañeros suyos han desviado el camino, subraya que son más los que con disciplina y nobleza realizan su trabajo.

 

“Yo le diría a la gente que no se deje llevar por los chismes. Que se dé cuenta que nos están preparando mejor para servir a la ciudadanía en cualquier tipo de situación. Que confíen en nosotros”, dijo en entrevista.

 

Atempa consideró que la estrategia de combate frontal al crimen es la adecuada y dijo que los resultados están a la vista de los ciudadanos, así como el sacrificio de compañeros suyos que han perdido la vida.

 

“Las personas que nosotros nos hemos encontrado están contentas, incluso nos dicen que no quieren que nos vayamos de algún sitio. Nosotros le decimos que eso depende de las órdenes que nos den pero creo que hay confianza”, apunta Navarro.

 

Para el sargento Hernández, ser policía es un honor y un ejemplo frente a la sociedad y antes que nada, frente a la propia familia. Su mayor reconocimiento, dice, no son medallas o trofeos, sino la mirada de su hijo de 13 años que lo admira.

 

Y agrega: “mi hijo dice que quiere ser policía porque quiere ser héroe. Y bueno si es su decisión yo me voy a sentir orgulloso que mi hijo sea policía”.

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Los héroes

 

*Luis Alberto López González. Policía Tercero. Formación castrense y policial

5 años y medio de experiencia

*Pedro Navarro Ramos. Policía Tercero. Formación castrense y policial

7 años experiencia

* José Luis Atempa Espinoza. Policía Tercero. Formación castrense y policial

7 años y 3 meses de experiencia

*Adam Hernández Bautista. Sargento segundo. Formación castrense y policial

7 años y 3 meses de experiencia