Si el PRI perdió la mayoría absoluta en las elecciones presidenciales y en las dos cámaras del Congreso federal, hasta ahora parece que el PRD no se ha percatado de ello y el PAN ha sabido sacar ventaja con astucia maquiavélica de ese nuevo reparto del poder.

 

Las sesiones en las dos cámaras para discutir y aprobar las leyes secundarias en telecomunicaciones -y todo indica que así será en las energéticas- mostraron a un PRD incapaz de reconocer su minoría para sacarle ventaja a sus votos. Por eso no le quedó más salida que la de los filibusteros: obstruir el proceso en tiempo pero no en resultados.

 

Eso sí, de nada le sirvió; al final, y luego de maratónicas sesiones en los plenos para debatir las leyes secundarias, el resultado fue adverso para el PRD. El problema radicó en el hecho de que el PRD en el congreso se rehúsa a negociar y basa sus comportamientos en el argumento de que los perredistas son los únicos que poseen la razón.

 

Así, el parlamentarismo del PRD como tercera minoría se define por tres enfoques:

-El discurso del patriotismo: el PRD está salvando la patria.

-El discurso de odio: las acusaciones contra el PRI y el PAN se basan en reclamos que rayan no en la oposición, sino en la descalificación moral.

-El discurso de la derrota: más que abrir nuevos caminos de debate, cierran las puertas para sí mismos.

 

La lógica política, paradójicamente para el partido que se autodefine de izquierda, es la del colaborador nazi Carl Schmitt: la política es la relación amigo-enemigo. Para el PRD no hay adversarios de otros partidos, sino enemigos patrióticos. Es, asimismo, un enfoque conservador maniqueísta que viene del fenómeno binario religioso de bondad-maldad.

 

El nuevo parlamentarismo fue un desafío político porque planteó nuevos escenarios inéditos:

 

1.- Las correlaciones políticas definidas por el ejercicio de la democracia electoral.

2.- El fin del control político de dos poderes en manos de un partido: el ejecutivo y el legislativo; hasta ahora, el PRI es el único que ha sabido manejar el modelo de la coalición dominante: el acuerdo entre los grupos para construir una hegemonía bajo la conducción presidencial.

3.- Las negociaciones políticas son el único camino para llegar a decisiones, una forma de democracia consociativa o de consensos. El PRD, por ser el propietario de la verdad patriótica, se niega a negociar.

 

El nuevo parlamentarismo privilegió el papel de las comisiones; ahí se negociaron los acuerdos y éstos llegaron planchados al pleno; por eso la alianza PRI-PAN tuvo la paciencia de dejarle al PRD-PT-MC el derecho al pataleo con la propuesta de revisiones que las comisiones ya habían aprobado por mayoría. Y al PRD sólo le quedó el camino de cansar a los legisladores con sesiones maratónicas de pleno -entre 17 y 20 horas cada uno- pero para ir desechando una a una las reservas.

 

El PRD sabía de estos mecanismos y sabía de su derrota, pero se negó a negociar en comisiones. Lo que le queda al PRD es ganar la mayoría absoluta de 51% de curules en cada cámara para aprobar leyes secundarias y buscar el 67% de curules para una mayoría calificada que apruebe reformas constitucionales sin alianzas, aunque en este punto existe el obstáculo constitucional de que ningún partido puede tener por sí solo más del 60% de las curules.

 

El PRD necesita algunas clases de ciencia política en cuanto a modelos parlamentarios de gobierno o seguir asimilando derrota tras derrota practicando el viejo parlamentarismo. Así, el epígrafe político del PRD ya está escrito: “en consecuencia, se desecha”.