Hay historias detrás del cine que nos recuerdan que los directores y actores son de carne y hueso: artistas que reflejan sus pasiones en las películas, las cuales son objetos que llevan parte de su cuerpo y vida. El cine entreteje los sueños y las películas, o como lo describe Luis Eduardo Aute: “todo en la vida es cine, y los sueños cine son”.

Son esas historias las que van moldeando la obra del director. Dentro de esa obra que llaman “filmografía” hay películas que no podrían ser concebidas sin la actuación de cierto actor, la forma como interpreta un papel rebasa cualquier punto a seguir dentro de un guión, y es que las palabras – al menos en el cine – hay veces que no pueden contener el golpe certero del cuerpo en plena expresión de los sentimientos. Es de llamar la atención los casos en los que un director y un actor se acoplan de tal manera que la dupla existe por más de una ocasión.

Las historias van más allá de la película, la convivencia que nace entorno a la creación del director no es ajena a las reacciones que los actores tienen al encarnar los papeles. Prueba de ello son estas historias que rebasan al cine y que al mismo tiempo podrían ser una película, sobre cómo el director encuentra a su musa y se adhiere a ella para cambiar la concepción de lo que lo rodea, y plasmarlo en su obra.

Ingrid Bergman y Roberto Rosellini

Número de películas como actriz-director: 5

Mejor película: Stromboli, tierra de dios (1950)

Si bien la corriente que conocemos como “neorrealismo italiano” empezaba a dar de qué hablar a principios de los cuarenta, no sería sino hasta 1945 con Roma ciudad abierta (1945), que el director italiano Roberto Rossellini sentaría las bases del nuevo cine italiano que la Nouvelle Vague llamará “L’école italienne de la libération”. Ingrid Bergman en la primavera de 1948 ya era una actriz de Hollywood consagrada, prueba de ello lo demuestra su actuación seis años antes en Casablanca (Michael Curtiz, 1942).

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Las cartas entre directores o entre el gremio del cine tienen una lectura muy valiosa para el que se haga llamar cinéfilo, prueba de ello son las siguientes líneas que escribió Ingrid Bergman por allá de 1948, y que conectan a las dos almas envueltas por el cine que les mencionaba en el primer párrafo:

Mayo, 1948

Estimado señor:

Vi sus películas Ciudad abierta y Paisá, que me gustaron muchísimo. Si necesita a una actriz sueca que habla muy bien inglés, que no ha olvidado su alemán, que no es muy comprensible en francés y que en italiano sólo sabe decir “ti amo” estoy lista para ir a hacer una película con usted.

Ingrid Bergman haría llegar su admiración hasta Italia luego de haber asistido a la proyección en Estados Unidos junto con su esposo. A esta carta seguiría la contestación de Rosellini para por último viajar a Estados Unidos y conocer a la joven – pero también madre y esposa- de 30 años. Un año después, con 300 dólares, Ingrid Bergman viajaría a Italia; una Italia de posguerra que tan bien sería retratada por el director al que iba a segur al otro lado del mundo.

Serían cinco las películas que Bergman y Rosellini rodarían: Stromboli (1950) Europa ´51 (1952) Viaggio in Italia (1954) Juana de Arco (1954) y La paura (1954). En el rodaje de la primera película Bergman quedaría embrazada por primera vez. Al mismo tiempo se divorció de su esposo y dejó a su hija en Estados Unidos para casarse con el director italiano. Lo que le acarrearía un veto por parte de Hollywood para actuar en la industria, cientos de cartas donde era satanizada por sus actos y hasta la crítica de la iglesia católica.

El veto que se le impuso a la actriz impidió que las películas entre la nueva pareja tuvieran éxito tanto de la crítica como de la asistencia. Tendrían que llegar los críticos franceses para reconocer años después la valiosa creación que la pareja había realizado. The Criterion Collection reunió en una colección (3 films by Roberto Rosellini starring Ingrid Bergman) y vino a reafirmar la aportación que hicieron para la historia de la cinematografía.

Como la mayoría de las historias fallidas de amor, a Rosellini y Bergman no les correspondió el tiempo ni el espacio en que se encontraban; más allá de cuestionar “moralmente” las acciones de estos dos históricos enamorados, habría que quedarnos con lo que permeó esa relación: su cine.

Liv Ullman e Ingmar Bergman

Número de películas como actriz-director: 9 (más otras tres como colaboración fuera de la interpretación de un papel).

Mejor película: Persona (1966)

Cuenta Liv Ullman que antes de morir Ingmar Bergman sintió algo tan especial que voló sin tardar un minuto a su lado. Sabía, sin saberlo, que Ingmar iba a morir y quiso abrazarle una vez más y expresarle lo mucho que sus años juntos significaron para ella. Digo “años”, pero la realidad es que fueron casi 40 años de una relación de apego que no terminó con la muerte de uno de los directores más grandes que la historia del cine ha tenido y tendrá.

Nunca se casaron, se conocieron en 1964 cuando la actriz tenía 25 años y el director 46. Bergman fue un hombre apasionado que vivó con muchos amores, se casó cinco veces; pero en toda su vida podemos decir que sólo tuvo una musa. La pareja vivió por tres años en la isla de Faro, en una casa que Bergman construyó para que vivieran. Tendrían una hija que actualmente es una escritora exitosa en su país.

Ullman empezó a rodar una cinta tras otra con el director sueco: La hora del lobo (1968), La vergüenza (1968) y Pasión (1969). Las películas de Bergman protagonizadas por Ullmann tratan de la búsqueda del sentido de la vida, de la culpa, el abandono y la entrega, y a menudo tenían mucho que ver con la propia vida del cineasta. De ahí que el director no tuviera problema en mezclar los miedos y vivencias de su pareja a la hora de crear sus películas, lo que terminaría por hacer que la relación no funcionara. Aún después de separarse como pareja, no dejaron de frecuentarse y continuaron creando cine; Ullman incursionó en la dirección demostrando lo que había aprendido de Bergman.

Como un extra, vale mucho la pena ver el documental del indio Dheeraj Akolkar Liv Ingmar: painfully connected. Un documental que se convierte en un retrato de la relación legendaria que los dos artistas tuvieron. El collage de imágenes sirve para narrar la historia junto con escenas detrás de cámaras y los altibajos que tuvo la relación de estos dos seres humanos, dos amigos que el tiempo vio cambiar, dos compañeros del alma inmortalizados por su cine.

Nos vemos en la segunda entrega de los directores y sus musas con las historias de Quentin Tarantino-Uma Thurman y Pedro Almodóvar-Penélope Cruz.