“Construyo robots, sé que migrar es lo más apropiado para mí. En la escuela, los profesores no me alentaban para construirlos, decían que era muy complicado; ahora me da miedo que en una empresa se burlen creyendo que sólo hago juguetes. La salida es irse de México”. Al otro lado de la grabadora, la voz de Salvador Álvarez delata su indignación.

 

Este ingeniero de 24 años está seguro que hallará en Inglaterra o Estados Unidos lo “imposible” en México: la posibilidad de desarrollarse profesionalmente y optar por un sueldo acorde con su formación.

 

Salvador es parte de los 10 mil 500 jóvenes talento que participan en esta quinta edición de Campus Party 2014, en Zapopan, Jalisco. Es su primera vez aquí y su mesa ya se ha vuelto parada obligada para los visitantes que quieren admirar su robot, de nombre “Sazbot”. Confiesa que su intención al venir es cazar alguna oportunidad de inversión, pero hasta ahora no ha corrido con suerte.

 

Sus robots, sus amigos

 

El estudiante de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo nos platicó el proceso de su trabajo. “Este es el tercer robot que he realizado, su diseño tiene 23 grados de libertad, es decir, usa 23 servomotores en sus articulaciones para emular lo más que se pueda al andar humano”, explica. “No me salió a la primera, es el cuarto prototipo que hago”.

 

Pese a que dice tener un lazo estrecho con sus máquinas, Salvador rechaza la idea de que actualmente los humanos lleguen a enamorarse de los robots, aunque reconoce podría ocurrir cuando sean capaces de reproducir las emociones que caracterizan a la raza humana.

 

“Sí desarrollas un lazo con el robot, pero enamorarte de ellos, no lo creo. Si trabajas más de un año en su construcción, como ha sido mi caso, das brincos de alegría la primera vez que quedan erguidos por sí solos, pero no lloras, tampoco”, añade.

 

El presupuesto que ahorró para construir a “Sazbot” fue de 12 mil pesos, que opera bajo las órdenes de un control remoto, la gente lo rodea para verlo saludar, asentir con la cabeza o patear, pero aún necesita apoyo para mantenerse de pie.

 

Fuga de cerebros

 

Ante la falta de expectativas, dice Salvador, muchos compañeros de su generación también planean hacer las maletas.

 

“Hemos buscado algunas universidades con avances en robótica, pero por ahora estamos esperando para titularnos y entonces tomar la decisión. Para migrar necesitamos una beca, en casa no hay lo suficiente”, dice.

 

En algunos años se ve construyendo prótesis robóticas que sean controladas con el pensamiento, como ya ocurre en Estados Unidos.

 

“Mis papás no cuestionan mi decisión de irme de Michoacán, siempre dicen: “¡Adelante. Échale ganas. Haz lo que tú puedas!”.