Aunque la FIFA y la afición mexicana dieron por saldado el debate en torno al grito de “puto” en los estadios, ahora debe venir una segunda fase: la Comisión Nacional de Prevención de la Discriminación debería dictaminar si el grito es deportivo u homofóbico y discriminatorio contra la población homosexual.

Hay cuando menos dos elementos que deben tomarse en consideración:

1.- El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua que regula el uso del lenguaje en idioma castellano señala en la primera acepción de “puto, ta” que es un adjetivo que se usa como “calificación discriminatoria”, y pone un ejemplo: “me quedé en la puta calle”. Los otros usos no tienen que ver con el grito en los estadios.

2.- En el 2013, a propósito de un debate sobre el uso de calificativos como “puñal” o “maricón” -derivaciones de puto-, la Corte Suprema estableció que esas palabras no se encuentran protegidas por el derecho a la libertad de expresión que defiende la Constitución y que su uso provoca “prejuicios” sobre ciertos grupos de personas. En la votación el ministro José Ramón Cossío hizo la diferenciación entre “discriminar” o reclamar “respeto al honor” de las personas.

El asunto se localiza en el terreno de la adecuación del lenguaje que viene del pasado histórico -recogido por Samuel Ramos en Perfil del hombre y la cultura en México y Octavio Paz en El laberinto de la soledad- y que tiene la intención de ubicar la violencia verbal del mexicano. La posmodernidad mexicana se ha asentado en lo que se conoce como “política correcta” o la revisión de ciertos usos del lenguaje.

Las autoridades debieran de revisar los tres usos de una categoría social: puto, gay y homosexual; si los tres tienen definiciones precisas, su uso es lo que le confiere la condición de insulto, caracterización o calidad. En el futbol se utiliza puto para insultar sexualmente al adversario, y se demerita la acepción al disminuirla a su condición negativa. La palabra puto se utiliza en el lenguaje

mexicano como una forma de denigrar y de discriminar sexualmente en una sociedad machista. Ahí es donde la noción de puto como discriminación de una minoría asume la condición de insulto ofensivo.

El grito de insulto nada tiene que ver con la explicación de distraer porque el grito se usa contra el portero rival cuando despeja de portería. Se trata del contrapunto del sentimiento machista del mexicano, el dominante, y el puto como una desviación del machismo; es, pues, el insulto muy al estilo Schopenhauer: la ofensa como argumento en los debates. Paz define el machismo como el poder arbitrario.

La FIFA se quitó un peso de encima al determinar que no es insulto, pero sin explicar su razonamiento. No sería la primera vez: los estadios de futbol, propicios para las turbamultas, han insultado a jugadores: a uno le sacaron un plátano para equipararlo con un chimpancé y una aficionada hizo señas como simio a otro jugador de color. La ola de discriminación deportiva como conducta negativa social y política.

Pero México se encuentra en redefiniciones permanentes de la política correcta: cada vez más hay expresiones mexicanas que han sido condenadas como insultos y ya no asumidas como picardía. De ahí que la Conapred debería tomar cartas en el asunto del grito de puto en estadios mexicanos de futbol para determinar si es un insulto, una discriminación, una expresión de prejuicios y si existen mexicanos que se sientan insultados por el uso de la palabra puto.

Y en realidad no se trata de un asunto de libertad de expresión sino de buen trato a mexicanos que tienen definidas sus preferencias sexuales. Inclusive, el grito puede considerarse una acción de violencia verbal que distorsiona el ambiente deportivo. A menos que el poder fáctico de la FIFA vía Televisa y TC Azteca valga más que los derechos de minorías.