Si bien todo partido político depende de la fuerza de su líder, caudillo o dirigente, Andrés Manuel López Obrador escaló la política nacional opositora cuando se opuso, con Cárdenas, al dedazo de Miguel de la Madrid a favor de Carlos Salinas de Gortari en la sucesión presidencial de 1988.

 

 

Por eso el tabasqueño estaba obligado a respetar las reglas de la democracia en la selección de candidatos del PRD y ahora de su partido-movimiento. En este sentido, los dedazos adelantados de López Obrador en Morena para perfilar candidatos hacia las elecciones de 2015 y su propio autodedazo para autodesignarse candidato a la presidencia de la república no hacen sino mostrar que el tabasqueño es un típico político priista que sólo ambiciona el poder.

 
Y lo más importante de todo es que López Obrador define su partido-movimiento Morena como una organización oligárquica, para usar la concepción del teórico de los partidos políticos Robert Michels en 1912, que decía que los partidos se mueven por la oligarquía dirigente. Así, López Obrador se comporta como un dirigente cualquiera del PRI, del PAN o del PRD y por tanto Morena en nada se diferencia de los partidos tradicionales dirigidos por políticos ambiciosos y con comportamientos mafiosos.

 
En su clásico Los partidos políticos, Michels establece dos principios sobre lo que se conoce como “la ley de hierro de la oligarquía” y que López Obrador cumple con su partido Morena:

 
1.- “Todo sistema de liderazgo es incompatible con la democracia”. Se trata de “la ley de la necesidad histórica de la oligarquía”.
2.- “La organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía”.

 
Como Cárdenas con su intento de apoderarse del PRD para dirigirlo a cambio de posiciones de poder y candidaturas para familiares y amigos, López Obrador repite el modelito: se inventa su propio partido y por la vía del dedazo al estilo priista ha designado a los candidatos a cargos de elección popular para las legislativas y capitalinas de 2015.

 
Lo malo es que el compromiso no era la reproducción en la izquierda neopopulista de los vicios del PRI por los cuales Cárdenas y López Obrador se salieron del partido; constituidos en caudillos de sus propias organizaciones, los dos se comportan como oligarcas en la definición teórica del sociólogo alemán Michels.

 
Y lo malo para la biografía de poder de López Obrador radica en el hecho de que su propensión al dedazo no es nueva sino que ha sido su comportamiento caudillista autoritario. En 2006 impuso la candidatura de Marcelo Ebrard Casaubón para el gobierno del DF al destaparlo durante una gira como candidato presidencial, a pesar de que Cárdenas dijo que no podían entregarle el DF a quien se los arrebató como priista salinista en 1991.

 
La designación de López Obrador de candidatos por dedazo, adelantada y antes de oficializarse como partido político, no hace sino confirmar la conformación de Morena como una organización política oligárquica, con desprecio a la propia biografía política del tabasqueño y desdeñosa con los militantes de Morena que han seguido a su líder y que esperaban algún espacio en las candidaturas. La lista de López Obrador, por lo pronto, ya copó con incondicionales de la sumisión al caudillo, los espacios de posibilidades de diputados plurinominales a que podría aspirar Morena como partido político nuevo.

 
A la vuelta de los años López Obrador y Cárdenas han devenido en típicos priistas ambiciosos de poder, proclives al dedazo y sin rubores políticos.