Los franceses anuncian que no cuentan con Franck Ribery, los alemanes ven caer a Marco Reus y pueden estar seguros de lo peor, los colombianos añaden a la ausencia de Radamel Falcao la de Aldo Leao Ramírez, los argentinos gritan en añoranza por Carlos Tévez, los brasileños pitan a Neymar y él ruega clemencia, los tricolores llegan a un puerto de Santos que, por la bienvenida, podría ser cualquier punto de entrada en el Golfo de México, los cameruneses, en pugna con su federación por los pagos de bonos mundialistas, posponen su viaje… Lo que todos necesitan es que ya empiece el Mundial, que ya se termine la etapa previa de especulaciones, disputas, riesgos.

 
Eso quisieran a menos de cinco días de la inauguración los jugadores y aficionados, pero no así los organizadores. Este lunes continuarán frenéticos (o acaso desesperados) los trabajos de último minuto en la Arena da Baixada de Curitiba y en la Arena Corinthians de Sao Paulo, así como en los alrededores de al menos otros seis estadios, y en aeropuertos que siguen intentando meterse al torneo de la mejor manera (los demoradísimos casos de Belo Horizonte y Porto Alegre, no concuerdan con el optimista adjetivo amarrado al nombre de la localidad), y en autopistas que parecían indispensables para efectuar un certamen exitoso (caso de Cuiabá, donde será un problema desplazarse entre aeropuerto y zona turística).

 
Luego viene la incógnita de la ocupación hotelera. Dijeron originalmente que 600 mil visitantes extranjeros llegarían a Brasil con motivo del Mundial. Recientemente, la oficina local de turismo (EMBRATUR) aseguró que el cálculo había incrementado a 630 mil, aunque todavía hay habitaciones de todos los niveles disponibles. Lo anterior, a razón de que muchos operadores turísticos han actuado con la certeza de que iniciando el torneo, podrán cobrar cuotas inclusive más caras, pero también porque continúa siendo imposible estimar la cifra de aficionados por arribar.

 
De momento, será difícil que alguien consiga un tres estrellas en Río de Janeiro por menos de 600 dólares la noche. Algo parecido en Sao Paulo, Fortaleza, Cuiabá y Natal. Las opciones alternativas son los moteles que se han acondicionado para cambiar su género de hospedaje durante el Mundial, además de los hostales en favelas pacificadas y la renta por noche de apartamentos.
Todo lo anterior, bajo precios disparados que la procuraduría de defensa del consumidor no pudo controlar. Como me explicaba su titular, Woltair Simei, es limitado su margen de acción en una economía libre, aunque su punto de intervención son los comportamientos abusivos (pienso yo, que entonces casi todos). No miente el billete con el rostro de Salvador Dalí lanzado por personas hartas por la inflación: el real, moneda local, aquí es surreal.

 
El asunto es que de este momento al final de semana, a cada hora llegarán decenas de miles de personas vinculadas a la Copa del Mundo. Y no nos olvidemos del único punto que hoy preocupa más al Comité Organizador y la FIFA que los retrasos en los estadios y las obras no concluidas: las multimencionadas manifestaciones.

 
Que nadie dude que estos días serán tensos y tendrán movimientos adversos al evento en muchos rincones de Brasil, pero sobre todo en Sao Paulo y Brasilia. ¿Cómo interactuarán los aficionados con esa problemática? ¿Qué porción de la agenda de los miles de periodista en Brasil lograrán copar? ¿Qué actitud tomará hacia ellos la policía militar? ¿Y las selecciones?

 
Para las cuatro preguntas, una respuesta idéntica: depende de la intensidad, depende de la dimensión, depende del daño, depende de la obstrucción al desarrollo del torneo.

 
Y las huelgas, que debemos recordar no son exclusivas de Brasil 2014 en vísperas del torneo. Londres 2012 también sufrió esas amenazas a tan poco tiempo de la apertura.

 
En fin… Esto empieza el viernes y acaso es lo mejor que en este instante puede pasar…, menos para FIFA, que seguramente más que el inicio del Mundial en Brasil, desea ya su conclusión.

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