A cuántas y cuáles de las exigencias formuladas por el crack del equipo debe acceder un director técnico? ¿Dónde ha de fijarse el límite? ¿Qué costo se asume al aceptar y qué costo al refutar?

 

Según ha publicado el diario argentino Clarín, se ha dado un rompimiento en la concentración de la selección albiceleste, toda vez que el entrenador, Alejandro Sabella, contradijo la opinión de Lionel Messi al cortar del plantel a su amigo Ever Banega.

 

El rotativo asevera que Messi ha recibido antes todo tipo de consentimientos de parte del seleccionador: “le daba todos los gustos a su niño amado, el que le permitió jugar con sus amigos, incluso, a coontramano de sus deseos tácticos. Tan complaciente resultó que lo protegió del jugador del pueblo al que, dentro del vestuario, muchos veían como un bravucón. Hasta que un día, se puso duro el técnico de la Selección. Y le ceró la puerta del Mundial a uno de los futbolistas más cercanos a la figura. Entonces, algo se rompió”.

 

El “jugador del pueblo” al que se refiere es Carlos Tévez, quien sería titular con prácticamente cualquier selección que pudiera convocarlo y que, sin embargo, no participó de este proceso en buena medida por su mala relación con el plantel (o sea, con el propio Messi).

 

Más allá de si el tango publicado es genuino o ficcional, vale la pena remitirse a la autobiografía de uno de los mayores líderes del banquillo en la historia. Narra Sir Alex Ferguson que Wayne Rooney le pidió que comprara a Mesut Ozil, tal como quizá Messi suplicó que Banega se quedara (y como, es de dominio público, el mismo Lionel demandaba al Barcelona con su mejor amigo en el club, el portero suplente José María Piinto).

 

La reacción de Ferguson fue de corte tajante y rayando en lo dictatorial: “mi respuesta fue que no era asunto suyo a quién debemos buscar. Le dije que su trabajo es jugar y crecer”.

 

Pero luego hubo directores técnicos que apostaron todo a tener contecto a su astro y eso significó el mayor de los éxitos. Podemos pensar en Diego Armando Maradona en 1986 (aun a costa de despojar de la capitanía a Daniel Passarella), pero mucho tiempo antes en Alfredo Di Stéfano, quien ejercía autoridad para poner y quitar jugadores en su multi-campeón Real Madrid (como a Didí, con quien nunca estuvo a gusto), en el propio Pelé en el Santos, (cuentan que si a su parecer alguien no rendía o se esforzaba, en automático perdía la titularidad), así como en Franz Beckenbauer n el Bayern o en el autoritario Johan Cruyff allá donde fue… En resumen, en los más grandes, y hoy Messi está en semejante pedestal.

 

¿Entonces, y partiendo de que lo publicado por Clarín fuera cierto, Sabella tendría que haber hecho una concesión más al rosarino? Respuesta dificilísima, aunque si se consultar a prestigiados directores técnicos y estos fueran sinceros, casi todos dirían que sí.

 

Luego viene una pregunta peor: ¿hasta dónde? Y es que tiene que haber algún límite… Si no con tolerancia-cero, como el intratable Ferguson planteaba o como José Mourinho suele operar, sí es cierta escala. Y lo común es que quien llega al nivel de Messi o de Cristiano Ronaldo, consiga que se imponga su deseo.

 

Ahí radica precisamente el problema, problema de pérdida de autoridad que, a su vez, puede traducirse en levantar el trofeo.

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