¿Qué tiene que pasar para que la FIFA anule la votación que derivó en conceder la sede del Mundial 2022 a Qatar?

 

Recapitulemos, antes de referirnos a las acusaciones de corrupción publicadas por el Sunday Times tras la filtración de miles de documentos.

 

Antecedente: desde el momento en el que la FIFA insinuó que movería esa Copa del Mundo de fecha, ya había admitido las anomalías. Lo anterior, bajo dos opciones igual de peligrosas: la primera, que la comisión inspectora de sedes omitiera en su reporte el clima imperante en el Golfo Pérsico durante junio y julio; la segunda, incluso peor, que sí lo reportara y los votantes hayan hecho caso omiso. Esta última, es la que en realidad aconteció, toda vez que el propio Joseph Blatter declaró recientemente: “El informe técnico de Qatar dijo claramente que las temperaturas en verano son demasiado altas”, a lo que agregó que hubo presiones políticas en el proceso.

 

Entonces se puso en riesgo la integridad física de los jugadores y aficionados, con tal de llevar el evento a donde, bajo esas condiciones y en esos meses, no es posible.

 

Siguiente: Mohammed bin-Hamman, cabeza visible de la candidatura qatarí, fue suspendido en 2011 de sus puestos (presidente Confederación Asiática de Futbol y vicepresidente de FIFA), justo cuando estaba por competir con Blatter por la silla grande del organismo. El Comité Ético de FIFA lo sacó de la carrera, toda vez que se hicieron públicos los sobornos de bin-Hamman a fin de vencer a Blatter. Éste último, salió favorecido y consiguió reelegirse, aunque consciente de que Qatar 2022 quedaba inevitablemente (¿o afortunadamente?) expuesto.

 

Más adelante: se dio a conocer la cantidad de inmigrantes fallecidos en construcciones mundialistas, lo cual sucede, sobre todo, por el esquema laboral imperante en Qatar. Blatter se pronunció con tibieza al respecto (octubre de 2013): “Me reuniré con el nuevo emir en una visita de cortesía para confirmar el Mundial 2022. También hablaremos sobre esta preocupación, las condiciones laborales, pero no somos quienes de hecho pueden cambiarlo (…) No es responsabilidad primaria de la FIFA, pero no podemos cerrar los ojos. En todo caso, no es una intervención directa de la FIFA lo que podría cambiar las cosas”.

 

Después: Blatter insiste en numerosas declaraciones que fue una equivocación conceder la sede a Qatar, aunque siempre matizando al poco rato que no quiso decir lo que dijo. Palabras como “todos cometemos errores” alternan con espaldarazos como “La Copa del Mundo de 2022 será jugada en Qatar. Ahí lo tienes”.

 

Tras todo lo anterior y cuando no ha existido acuerdo respecto a en qué mes hacer el Mundial 2022 (¿noviembre, diciembre, enero o febrero?), la bomba publicada por el Sunday Times.

 

En el fondo, este caos tiende a favorecer a Blatter. Si se repite la votación, demostrará que algo puede mejorar en el organismo que preside, cuando se encuentra más sediento de credibilidad y autoridad moral. Es el mismo caso que le permitió reelegirse sin competencia.

 

Ahora que si con todo esto no se le quita el Mundial a Qatar, FIFA tendrá que saber que habrá superado un punto de inflexión tan grave como irreversible: poseer la certeza de que se compraron votos y no anularlos, es un precio que en este 2014 no puede pagar, simplemente porque con el repudio que padece en Brasil y con declaraciones que suenan fatal al elogiar a Rusia 2018 (“Menos democracia es mejor para organizar un Mundial”, Jerome Valcke, mayo 2013) ya se ha quedado sin crédito. Y el crédito volverá, en automático, si se sacrifica a Qatar 2022… Ahora es cuestión de que devuelvan sus millones todos quienes los recibieron, como si eso fuera fácil.

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