BERLÍN. Con el mismo estoicismo y la misma resignación con las que enfrentó su juicio, el expresidente del club alemán Bayern Munich, Uli Hoeness, ingresó este lunes a la cárcel de Lansberg, en Baviera, para expiar sus culpas fiscales.

 

El exdirectivo de 62 años fue condenado por la justicia alemana el pasado 13 de marzo, después de que el propio Hoeness presentara una autodenuncia en la cual admitió haber ocultado beneficios de capital de una cuenta en Suiza.

 

Una investigación que empezó tras su revelación determinó que los beneficios habían sido significativamente mayores a la suma denunciada y Hoeness terminó enjuiciado.

 

En el curso del juicio, admitió su culpabilidad en los siete casos de evasión que fueron documentados por la fiscalía, por un total de 28 millones de euros evadidos.

 

La Audiencia Provincial de Munich lo condenó a tres años y seis meses de cárcel; en caso de buen comportamiento podría ser puesto en libertad después de dos años y cuatro meses de prisión, en el otoño de 2016.

 

“Ulrich Hoeness se presentó hoy en la prisión de Landsberg para cumplir con la condena dictada contra él”, informaron hoy sus abogados a través de un comunicado de prensa.

 

Según informó la prensa local, el exdirectivo del equipo estrella de la Bundesliga empezará su detención bajo un régimen carcelario “cerrado”, es decir, bajo condiciones de seguridad más estrictas.

 

Si respeta una buena conducta, podría contar después de diez meses con una suavización de dichas condiciones, que entre otras cosas le permitirían mayor libertad de movimiento dentro de la estructura carcelaria.

 

La rutina del más ilustre prisionero alemán será la de todos los demás: el despertador sonará a las 5:30 horas y el trabajo arrancará a las 7:30; el almuerzo será entre 11 y 12, mientras por la tarde seguirá con el trabajo.

 

Hace algunas semanas los abogados de Hoeness presentaron una petición para que se le cambiara de cárcel. Bajo la insistencia de la prensa, el instituto de Lansberg organizó un día de “puertas abiertas” en que todos los medios pudieron fotografiar cuáles serían las condiciones de vida del exdirectivo alemán.

 

También consideraron que se trató de una violación de su privacidad con posibles consecuencias para su seguridad. El gobernador de Baviera, Horst Seehofer, prohibió a esta cárcel en el futuro volver a celebrar iniciativas de este tipo.

 

Desde la indignación inicial hacia su actitud de evasor, Alemania se volcó en un sentimiento de compasión hacia quien aceptó pagar las consecuencias de sus acciones sin apelar.

 

En una de sus últimas apariciones, Hoeness aseguró que piensa volver a trabajar después de esta “pausa”, y “el día que vuelva no me quedaré en descanso. Esto nunca fue así”, dijo.