Va a resultar divertido. Mucho. Tanto, que podemos garantizar que nadie se aburrirá en las islas británicas: Louis van Gaal en la Liga Premier y dirigiendo al equipo más mediático del planeta, como lo es el Manchester United.

 

Sensacional estratega, innovador, genio en el arte de detectar nuevos talentos y de fichar elementos de una capacidad hasta ese momento no explotada, a cada halago corresponde un puñado de críticas a su temperamento.

 

Explosivo, locuaz, visceral, con problemas para relacionarse (algunos dicen que sociópata), sin miedo al ridículo, y muy conflictivo. A todo lo anterior, añadir la principal de sus facetas como líder: el término “mano de hierro” suena muy suave tratándose de éste, acaso el menos cordial de los holandeses.

 

Resulta imprescindible aclarar que en todos los sitios donde van Gaal ha dirigido, ha sido de manera exitosa: siete ligas y tres copas con cuatro equipos y en tres países, más la Champions y la Copa UEFA conquistadas con el Ajax en su primera etapa.

 

Al mismo tiempo, pleitos de todo género. Con figuras como Johan Cruyff, con árbitros (inolvidable, años atrás, su simulación de una patada voladora en la zona técnica), con jugadores (de eso ya hablaremos y mucho), con periodistas (la frase cuando se marchaba del Barcelona: “Amigos de la prensa, me voy, ¡felicidades!”). La polarización va a donde él vaya.

 

Un alma libre del futbol como Rivaldo nunca pudo acomodarse a las militarizadas encomiendas que Louis le propinaba en el Barcelona. En ese mismo equipo estaba Giovanni Silva, quien llegó a decir: “Van Gaal es el Hitler de los futbolistas brasileños. Es arrogante, orgulloso, y tiene un problema: no tiene idea de futbol. Su estilo es enfermo, está loco”.

 

Años más tarde, Luca Toni era el goleador estrella del Bayern Múnich. Aquí, la crisis comenzó porque el italiano rompió un reglamento relacionado con el protocolo de las comidas. Tiempo después, el plantel bávaro presenció un episodio más allá de lo bochornoso: Louis se bajó pantalón y ropa interior a fin de literalmente enseñarl a los jugadores que le sobran asuntos para correr a quien quiera. “Quería dejarnos claro que puede echar a cualquier futbolista, que para él es lo mismo porque, como dijo, tiene las ´pelotas´”, explicó Toni. Uno de los líderes de aquel Bayern era el defensa Lucio, quien declaró: “Van Gaal me lastimó más que nadie en el futbol”.

 

¿Negociar? ¿Conciliar? ¿Pacificar? Esos verbos no existen en el diccionario de Louis. Soberbio, impositivo, no parecería tener problema en que se su once se transformara en piezas de ajedrez a fin de poderlo mover sin depender de voluntades o talentos ajenos.

 

Su primera etapa con la selección holandesa fue un desastre que implicó la no calificación a Corea-Japón 2002 de una maravillosa generación naranja (buena parte de la cual había conquistado la Champions bajo sus órdenes en el Ajax). Contra todo pronóstico, una década más tarde regresó al cargo y estará en el banquillo de su representativo nacional en Brasil 2014.

 

“Soy quien soy: seguro, arrogante, dominante, honesto, trabajador e innovador”, aseveró al ser presentado en el Bayern. Más tarde, ante las críticas de la prensa que le exigían algo de humildad: “Cuando creo que he cometido un error, me propicia noches sin dormir… Pero eso sólo me sucede raramente”.

 

Es un hecho que si el plantel del Manchester United tuvo problemas para comulgar con el exhaustivo trabajo táctico de David Moyes, con van Gaal sufrirá todavía más.

 

A Sir Alex Ferguson se parece en algunas facetas (líder indiscutido, celoso de su área de dominio, obstinado), pero difiere de él en un factor que desde julio amenaza con desestabilizar al ManUtd: que Alex es el sentido común en persona, la máxima dimensión futbolera del pragmatismo británico. Y Louis, lo contrario. Nada de nociones tan digeribles como 4-4-2: el esquema es él mismo y quienes juegan están plegados a su exigencia.

 

Aquí viene el coronel LVG. Old Trafford es su nuevo cuartel. José Mourinho deberá esmerarse para no ceder protagonismo en la Liga Premier.

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